Un crudo inicio de año

Hace pocos días, en la comuna de Conchalí, dos adultos mayores fueron despertados de forma violenta a las 5 de la mañana. Con horror observaron que un grupo de delincuentes había entrado a su casa a la fuerza, con la intención robar todo lo que estaba a su paso. Una de las personas que se enfrentó a ellos terminó siendo golpeado con un fierro y quedó sangrando mientras los antisociales huían con sus pertenencias. Minutos más tarde, en la comuna de Independencia, una familia vio como un grupo de personas reventaba la chapa de la puerta de entrada de su domicilio, logrando sustraer las llaves del vehículo familiar que terminaron robándose.

Días más tarde, en la comuna de San Bernardo, un hombre de 77 años fue asesinado a puñaladas frente a su pareja al intentar defenderse de dos personas que entraron a su hogar haciéndose pasar por funcionarios municipales. Posterior a estos hechos, nuevamente en la comuna de Conchalí, un total de ocho delincuentes entraron a la fuerza a un domicilio donde intimidaron a una familia, encerrándola en un dormitorio, y golpearon con un arma de fuego al dueño de casa, un hombre de 82 años, para luego huir efectuando disparos.

Todos estos eventos violentos ocurrieron durante las últimas dos semanas en un plazo de tan solo seis días.

No es novedad que Chile ha perdido la tranquilidad con la que contaba hace años atrás. La más reciente ENUSC nos ha mostrado como los chilenos han cambiado su rutina diaria por temor a ser víctima del delito. Acciones como usar celular en público, caminar por lugares específicos de la ciudad, salir de noche o usar dinero en efectivo son evitados por la gran mayoría de la ciudadanía. En otras palabras, hemos retrocedido en el derecho a sentirnos seguros en nuestros espacios públicos. No obstante, los macabros casos descritos al inicio, dan cuenta de algo incluso peor: estamos retrocediendo en el derecho a dormir tranquilos en nuestros propios hogares.

En contraste, el único ámbito en donde no hemos retrocedido, sino que hemos avanzado es en del lenguaje. En este país, creada una nueva modalidad delictiva, creada una nueva palabra y así hemos pasado a integrar a nuestro léxico términos como "portonazos", encerronas y ahora "turbazos", los que suman a otros más tradicionales como "alunizajes" y "lanzazos".

Nuevos crímenes y escenarios que son el síntoma de cómo se acumulan, de manera exponencial, antecedentes que dan cuenta del radical cambio de naturaleza que ha experimentado la delincuencia en Chile. Un país en donde, si bien delitos como los hurtos pueden ir a la baja, los homicidios, las violaciones y los robos con violencia van en ascenso. Lo que se suma a otros fenómenos como la presencia de organizaciones criminales extranjeras en nuestro territorio, el tráfico de drogas sintéticas (éxtasis, ketamina y fentanilo) y los nuevos mercados criminales de tipo predatorios (extorsiones y secuestros).

Si tan solo este ingenio por mantenerse al día en materia semántica pudiese convertirse en ingenio por actualizar nuestras estrategias para combatir al crimen organizado. Lamentablemente, teniendo presente todo lo que ha ocurrido durante los últimos tres años y la ceguera de nuestras autoridades, lo más probable es que esto no ocurra en el mediano plazo. Si alguien tenía la esperanza de que este 2025 el panorama en torno a la inseguridad cambiaría, la verdad es que con este crudo inicio es difícil ver la luz al final del túnel.

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