Esta semana se conmemora el Día Internacional de la Mujer, un suceso que representa el mayor avance de la civilización humana en las últimas décadas. En efecto, desde tiempos inmemoriales, la movilización por el respeto a su dignidad y derechos fundamentales se ha ido convirtiendo a nivel global en un ejercicio social e institucional acerca de la paridad de género en la toma de decisiones de los Estados y las naciones.
Sin embargo, en ese balance global permanecen enormes atrasos en regiones cuyos Estados y retrógrados líderes persisten en desconocer la igualdad de género y conservan institucionalizadas odiosas formas de sojuzgamiento y discriminación de la mujer.
En ciertos casos, en la vida de millones de mujeres, se registran brutales retrocesos que conllevan humillantes avasallamientos desde el poder absolutista, revestido de carácter religioso, como el caso del régimen de los talibanes en Afganistán que se asocia a las extremas formas del fundamentalismo islamico en Irán. Asimismo, hay Estados que impiden el ejercicio de los derechos políticos, excluyendo a la mujer de la conducción del Estado. Tales formas de opresión conmueven severamente la conciencia de la humanidad.
La cultura universal reconoce la igualdad de género, pero no se ha desplegado globalmente la energía que es indispensable para lograr nuevos avances de las civilizaciones que hagan florecer y robustezcan la conciencia que la dignidad de la mujer y la igualdad de los géneros habrán de constituirse en fuente esencial de la vida del ser humano. El futuro de la humanidad requiere la igualdad de género.
En contra esta el ultraconservadurismo atávico de sectores políticos y sociales que han medrado históricamente del avasallamiento de la mujer, son grupos mezquinos y extremistas, con ideas de dominación patriarcal profundamente reaccionarias o creencias religiosas fundadas en el desconocimiento ancestral de los derechos fundamentales de la mujer.
Algunos de los grupos conservadores se benefician directamente de la opresión de género, negando a la mujer trabajadora la remuneración que le corresponde por su trabajo, así, abaratan costos y atemorizan al conjunto de la clase trabajadora. También se desconocen las arduas horas de trabajo en el hogar, desconociendo que sin esas horas no remuneradas el sistema no podría funcionar en las condiciones de extrema desigualdad que lo caracterizan.
En Chile, el gobierno del Presidente Boric ha dado un nuevo impulso a la participación de la mujer en las tareas de conducción del Estado, es la continuidad de un legado de siglos, de luchas tenaces e infatigables, que se inicia con la resistencia de la mujer indígena a la ocupación colonial del absolutismo de España, hasta la indomable valentía de las mujeres chilenas, que soportando las peores aberraciones en cárceles y centros secretos de encarcelamiento, jamás dejaron de luchar contra la dictadura neoliberal por sus derechos y por la libertad de la nación chilena.
Mujeres chilenas como Michelle Peña, Lumi Videla y Marta Ugarte con su voluntad de lucha y su propia vida abrieron paso a las libertades que hoy la mujer y el pueblo chileno tienen a su disposición para bregar por una patria justa, libre y soberana.
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