Un Protocolo tardío

En la reciente gira presidencial a China y Corea del Sur era imposible que no se advirtiera y comentara, con desacuerdo y suspicacia, la presencia de dos hijos del propio Jefe del Estado que lideraba la comitiva oficial de Chile a tan lejanos países.

Sin embargo, allí estaban, dando actualidad al antiguo refrán popular de “piérdete una, trágatelas todas”, indicando que a la decisión presidencial no le importaron los costos de la controvertida presencia de sus descendientes directos, administradores de parte de su fortuna personal y herederos de un cuantiosísimo volumen de sus recursos financieros que les ubica ya, y con mayor razón les situará en pocos años, como integrantes de la exigua élite de los hombres más ricos de Chile.

Esa audacia obedece a que la codicia no tiene límite y que los vínculos políticos entre nuestro país y el gigante asiático, que ya posee la mayor economía en extensión del mundo, significan un espacio inabarcable de nuevos negocios y de expansión de las mega fortunas a niveles impensados, hasta ahora, por los insaciables controladores de los negocios e inversiones en nuestro país.

En este caso, se comprueba una vez más que los dichos de “ascenso a la clase media” que pronuncian Piñera y sus aliados son solo un discurso vacío, palabras que ocultan el enorme abuso de poder que significa instalar a los hijos del gobernante justo en el sitio desde el cual pueden ir a la segura con el lanzamiento de “su emprendimiento” en el negocio electrónico.

Hay que frenar este abuso con la investidura de Presidente de la República, en ese símbolo se representa la nación y no puede ser que se use con fines torcidos, innobles o inconfesables.

En el caso que al más directo interesado no le importe hay que dejar en claro que al país, a chilenos y chilenas, sí les interesa que esa distinción, la de Presidente no sea manoseada.

En efecto, detener estas prácticas que corroen la confianza pública exige normas y regulaciones que son perfectamente posibles, pero que demandan el urgente fortalecimiento de la institucionalidad democrática, ya que las malas prácticas aumentan el desencanto y la abstención electoral que facilitan el avance de la derecha mercantilista.

Mientras el repudio sea un rezongo inútil continuarán los abusos. Así lo demuestran estos hechos, ante el rechazo ciudadano la respuesta de la autoridad fue poner caradura, “no han cometido irregularidad alguna” afirmó el gobernante.

Luego, tardíamente se pide un Protocolo ya inútil. El hecho ya ocurrió, lo que se haga será para otros. Se trata de un simple trámite porque evalúan que el malestar social no alcanza la permanencia necesaria en el tiempo que le den la consistencia para traducirse en una auténtica sanción política a estas conductas reprobables. Ya se sabe que “después” nadie se acuerda. El mentado “Protocolo” es un simple decorado y al que lo crea lo tomarán por un ingenuo insanable.

A los personeros dirigentes del sistema, las múltiples evaluaciones de asesores y equipos técnicos, les indican con frialdad que mañana habrá otras noticias, y después otras más, y así sucesivamente, hasta que en ese incesante movimiento informativo estos abusos quedarán bajo una montaña de nuevos anuncios y sucesos, con los cuales los costos de hoy se olvidarán mañana.

O sea que fríamente calculado, en los brokers que van tras esos mega contratos a escala global, sea con el gigante chino u otro interlocutor, las críticas que reciben hoy serán negocios de miles de millones mañana. Así cada cual puede gobernarse “como quiera”, según la nueva “doctrina” piñerista dada a conocer en la gira a China.

Por eso, fortalecer la institucionalidad democrática es lo esencial para frenar esta vorágine, sin límites ni recato, de quienes creen que Chile les pertenece y que pueden hacer lo que quieran. Detener el abuso de poder. Esa es la gran tarea.

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