Desde hace varios años, tal vez décadas, nuestro partido convive con una profunda división en torno a las visiones que se tienen respecto de lo que representamos hoy en día, y lo que debemos representar a futuro. Por un lado, hay quienes, mediante múltiples eufemismos, tales como camino solitario, identidad de centro o la apelación reiterada al mal trato de nuestros socios y del actual gobierno, han invertido años en llevar a la Democracia Cristiana hacia la centro derecha, buscando replicar el modelo alemán.
Hay otros que, no queriendo constituir una alianza con la centro derecha de manera permanente, abrigan la esperanza de que la DC devenga en un partido de centro, equidistante de las derechas e izquierdas. Es decir, en un partido más bien instrumental, bisagra, pragmático, sin real vocación de poder, y que tenga la ductilidad para estar, a veces con la derecha, y otras con la izquierda, dependiendo de lo que sea más conveniente en una determinada coyuntura política.
Quienes, por el contrario, creemos que la Democracia Cristiana nació precisamente para liderar y materializar grandes trasformaciones sociales, económicas y culturales, entendemos que la sociedad chilena en la actualidad experimenta diversos fenómenos que hacen viable a nuestro partido tan solo en una amplia alianza con partidos progresistas, pudiendo a su vez, representar, dentro de la diversidad necesaria, un importante espacio político que por múltiples razones no se siente interpretado por los actuales partidos de centro izquierda.
Así entonces, y ante un contexto mundial en donde el avance de la ultra derecha populista constituye, ya no una amenaza, sino que una realidad, y por la Junta Nacional del partido, planteamos la necesidad de que la Democracia Cristiana adopte una posición política clara, que sea capaz, junto con modernizar el partido en función de las características y los requerimientos de la sociedad actual, de definirnos ante el país como un partido progresista, que promueve los cambios y las transformaciones sociales, dejando atrás esa ambigüedad que tanto mal nos ha hecho.
La Democracia Cristiana niega sus principios y su historia política heredada de los fundadores de la Falange Nacional cuando hace de la exclusión un elemento central para definir la unidad de los sectores progresistas y se hace cómplice de un anticomunismo enfermizo que no se condice con la realidad del Chile de hoy. Se agiganta el temor ante la posibilidad que la representante del PC pueda ganar las primarias oficialistas. La pregunta natural que surge es ¿qué está haciendo, políticamente, la DC para evitar esa posibilidad? ¿Cuál puede ser su contribución real para que Socialismo Democrático gane esas primarias?
El excandidato presidencial de la DC elegido para participar en primarias, a las que no concurrió, dejó de serlo de acuerdo con la interpretación del Tribunal Supremo, máximo organismo jurisdiccional del partido. Sin embargo, él y sus partidarios estuvieron disponibles para que fuera proclamado nuevamente, ¿para llegar a la primera vuelta? Después de varios meses de campaña y, en particular, después de su proclamación el 15 de marzo pasado, dicho candidato no marcó en las encuestas y, lo que es más grave, su tesis política de las dos primarias fracasó rotundamente, la verdad nunca tuvo ninguna posibilidad de concretarse. ¿Cuál habría sido la contribución de esta candidatura presidencial, sin respaldo electoral y sin discurso claro, para fortalecer las posibilidades de la DC en la negociación parlamentaria con el Socialismo Democrático?
Como nunca, la DC tiene hoy día la responsabilidad de pensar en Chile y sus desafíos y de asegurar la continuidad política de su tarea al servicio de los más necesitados. Chile y su existencia como partido político sólido deben ser sus máximas preocupaciones.
Ya Radomiro Tomic, en una de sus recordadas frases emocionales y mensajeras, nos decía: "¡Nadie es más grande que el partido en el partido!". Es claro, la pequeñez de los intereses personales debe ser dejada de lado. Lo que vendría parece ser un diseño tan absurdo e ilusorio como la fracasada tesis de las dos primarias. En ese hipotético escenario -triunfo del PC en las primarias- resurgiría el candidato DC y la fuerza del partido que convocaría a quienes desde la centro izquierda "no votan por los extremos", al "centro político" (inexistente hoy día, pero en que se ubican algunos "amigos" de Amarillos y Demócratas) y a los independientes. Sería nuestra oportunidad de resurgir con fuerza y porque no "ganar la presidencial". Continua así la política de ciencia ficción en que lo que menos importa es la suerte de la DC, su consecuencia y su historia.
No será hora de despertar de los sueños mesiánicos y de sincerar las verdaderas estrategias, rescatando a nuestro partido como una fuerza de cambios y de transformación social dispuesta a integrar un gobierno con un programa común de transformaciones compartido con toda la centro izquierda. ¿O se está dispuesto a abrir la puerta para que se instale en el gobierno la derecha? Las encrucijadas difíciles muestran el temple y la verdadera formación de los líderes.
Como comentaba en otro medio un columnista: "Lo que hay que tener claro es que la realidad política se termina por imponer a los más justos y naturales anhelos de cualquier partido, sin importar su tamaño e influencia. Paulina Vodanovic siempre ha sido una buena política, pero nunca desempeñó mejor su liderazgo que cuando supo hasta dónde podía llegar con su candidatura. El dolor socialista es grande, pero su validación como actor responsable también lo es".
Este es nuestro debate hoy que no tiene que ver con diferencias personales que no tienen sentido frente a la responsabilidad histórica que tenemos con nuestra historia y con el país. Estamos convencidos que Chile necesita una Democracia Cristiana que vuelva a ser identificada por la ciudadanía como un partido de cambios, comprometida con los problemas de los más necesitados y con los anhelos de prosperidad que nuestra sociedad demanda.
La decisión esperable era actuar AHORA con la mayor generosidad y consecuencia y para ello proclamar a Carolina Tohá como nuestra abanderada presidencial, y llamar a nuestros adherentes y simpatizantes a concurrir a votar por ella en la primaria de junio y, al mismo tiempo, echar las bases del acuerdo parlamentario con el Socialismo Democrático a la brevedad. El progresismo requiere de gestos y actitudes claras de parte de la DC y, al mismo tiempo, nuestros eventuales socios deben reconocer que, sin el aporte del humanismo cristiano que representamos, no hay posibilidades de un próximo gobierno de unidad que avance en justicia social.
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