La democracia ha experimentado un paso atrás en términos de lo electoral y de las condiciones políticas de representación. Sin embargo, este trago amargo es justo y necesario para empezar a reconstituir el espacio político de la democracia cristiana.
Las causas son múltiples, ya que dan cuenta de una historia de errores y faltas, pero cabe precisar que en la historia reciente, la democracia cristiana una vez que Eduardo Frei Ruiz Tagle pierde la elección de 2009 desaprovechó la posibilidad de volver hacer política como partido al firmar el acuerdo que formó la Nueva Mayoría y peor aún que la comprometió a ir a primarias contra Michelle Bachelet, una primaria que nos impidió llevar a cabo un proceso político de recuperación de espacio y de identidad.
La democracia cristiana dejó de formar cuadros militantes hace mucho tiempo, por lo tanto, poco se puede exigir el conocimiento sobre la Doctrina social de la Iglesia y la filosofía cristiana.
Junto con ello, la contaminación ideológica desde la izquierda influyó en muchos de los nuestros, lo que también ha impedido discursos más coherentes y consistentes en el campo del debate y las propuestas.
En especial, preocupa ciertas reflexiones desde el odio de clase y del odio que propugna la ideología de género, lo que deja de manifiesto que el fin de la izquierda es el conflicto para lograr los cambios y el fin de la democracia cristiana es el bien común para lograr los cambios.
En definitiva la democracia cristiana además de perder consistencia política, la que se ha debido a inconsistencias discursivas, ha perdido consistencia ideológica humanista y cristiana.
La democracia cristiana, por lo tanto, debe aceptar el paso atrás como parte de un proceso de nueva formación política e ideológica, a través del cual se empiece a trabajar gradualmente en la reconstitución de su espacio, recuperando su mensaje por la sociedad comunitaria y mostrando buena voluntad política para hacer política para el “bien común” de Chile. La democracia cristiana no puede hacer esto sola.
En primer lugar, es importante buscar acuerdos nacionales, colaborando con el futuro gobierno desde su espacio propio mediante la mejora y aprobación de proyectos de ley en servicio de la comunidad nacional y rechazando aquellos que no le parecen.
En segundo lugar, la democracia cristiana debe promover una coalición pluralista de centro que represente sus mensajes fundamentales para la buena salud de la democracia.
En conclusión, la democracia cristiana como un partido de inspiración cristiana con vocación nacional y popular debe ser la vanguardia por el bien común y el fortalecimiento de su democracia, manteniendo su libertad política para la reconstitución de su espacio político y volver a ser esperanza de los pobres de nuestra patria.
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