Una mala impresión

Siempre se dice que la primera impresión es la que marca las relaciones futuras entre personas. Si en mi primer día de trabajo llego mal humorada, es muy probable que, aunque sea simpática el resto del tiempo, mis colegas creerán que tengo mal genio. Eso podría ser lo que pasó con el fracasado proceso constituyente. A medida que pasan los días, y surgen diversas teorías acerca de porqué el Rechazo no sólo ganó, sino que lo hizo con bastante holgura.

Mi tesis es que hubo una mala impresión desde el primer día, cuando por todos los canales de TV se transmitía una caótica ceremonia de instalación de la Convención Constitucional, con interrupciones y atrasos, gritos destemplados ante una calmada funcionaria pública, y un himno nacional que no pudo interpretar la orquesta juvenil presente en el acto. Ese puro hecho, sin duda, no explica por sí solo la derrota de 14 meses después, pero sí nos da luces de las razones que se dieron para ello.

La primera imagen fue el caldo de cultivo y la excusa perfecta para que los generadores de noticias falsas y campañas de desinformación tuvieran sustento para elaborar su estrategia, la que terminó minando la confianza en la CC, pues para nadie es un misterio que esas acciones sí existieron y lo demuestran diversos estudios de opinión, que no sólo dan cuenta de la baja popularidad del órgano constituyente, sino que del texto propuesto.

Por ejemplo, la última encuesta Data Influye es clara en ese aspecto. Al momento de evaluar la imagen de la Convención y de sus constituyentes, 49% señaló que fue un factor decisivo al momento de votar y 30% aseguró que fue importante. Es decir, casi 80% se fijó en ese ítem y, a la vista de los resultados, fue un elemento determinante para que se rechazara la nueva Constitución.

En tanto, en el reciente estudio que hicimos como Fundación Multitudes, con la colaboración del medio de verificación de noticias Mala Espina Check, demostramos cualitativamente que las principales noticias falsas que circularon en torno a la Convención se referían al actuar personal de los constituyentes o a su labor dentro del fenecido órgano constituyente, y no necesariamente a los acuerdos alcanzados, muchos de ellos de gran relevancia y que respondía a muchas de las demandas ciudadanas surgidas de la revuelta popular de octubre de 2019,

Evidentemente que esas desinformaciones se alimentaron también con el propio actuar de alguno de los convencionales, pero no deja de ser cierto que esa imagen negativa inicial, a la que aludí al comenzar este columna, no sólo no se revirtió, sino que se reforzó con el correr de los meses y se trasladó al documento final sometido al referéndum del 4 de septiembre. Ahí los generadores de noticias falsas se dieron un festín esparciendo aseveraciones respecto de la propiedad de las viviendas, la heredabilidad de los fondos de pensiones, el aborto hasta los 9 meses o las dos banderas y los dos escudos, entre otras barbaridades.

Si la clase política logra ponerse de acuerdo para reiniciar el proceso, es un misterio aún, hay valiosas lecciones que deben aprenderse de este fracaso, y una de ellas tiene que ver en cómo es posible convencer a esa gran masa de chilenos y chilenas que ahora sí se van a hacer bien las cosas desde el primer día. Soy pesimista, lo reconozco, creo que Chile perdió una gran oportunidad, pero si llega a darse esta nueva chance de partir un nuevo proceso constituyente, se debe comenzar con lo más básico: dando una buena primera impresión.

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