Una migración que asfixia

Su nombre era Maximiliana Amaro Mamani y residía en la localidad de Quebe, comuna de Colchane, dónde nació y vivió toda su vida. Dedicaba sus días a la ganadería y la agricultura, y era considerada como "la abuela del pueblo", en quién se depositaba la cultura y las tradiciones de los habitantes de esa zona. Días atrás, en esa misma pequeña localidad, esta mujer aimara de 85 años terminó sus días, lamentablemente, no como ella hubiese querido. Porque su deceso no fue un momento emotivo, rodeada de sus seres queridos, sino más bien, como declararon sus propios vecinos, su muerte fue una "tragedia anunciada". A Maximiliana Amaro Mamani la asesinaron.

¿Quién la asesino? Es una pregunta que no tiene respuesta y probablemente no la tendrá por mucho tiempo, si es que alguna vez se resuelve. Lo que sí se sospecha, con antecedentes que lo dan casi por cierto, es que quienes la mataron a sangre fría eran migrantes que acababan de cruzar la frontera de forma ilegal.

No era primera vez que se enfrentaba a ellos. Maximiliana, junto a otros vecinos, habían denunciado varias veces el flujo continuo de la migración descontrolada por su pequeño poblado. Se había alertado cómo estos verdaderos invasores entraban a las casas a la fuerza y robaban las pocas pertenencias de sus habitantes. A Maximiliana ya le habían robado parte de su ganado, habían matado a algunos de sus animales y la habían amenazado con armas de fuego.

No es mucho lo que un pueblo como Quebe, formado en su mayoría por personas mayores de edad, puede hacer frente a un problema que se encuentra desbordado y que ha traído tensiones a las que no estábamos acostumbrados. Porque, aunque sea una verdad que duela y que muchos no quieran ver o reconocer por miedo a la corrección política, lo cierto es que esta nueva ola migratoria ha traído más pobreza, más irregularidad, mayor vulneración de nuestras fronteras y un aumento de la población penitenciaria.

Ante esto, el Gobierno una vez más brilla por su incapacidad. Las autoridades pueden intentar disfrazar su deficiente gestión con frases retóricas, como es usual en ellos, pero al final del día, las cifras y los hechos van a desmentirlos. En los últimos tres años se acumulan más de 127 mil ingresos por pasos no habilitados, la cantidad de expulsiones ejecutadas es la mitad que la del gobierno anterior, la población de extranjeros irregulares alcanzó su máximo histórico y tuvimos el bochorno de haber firmado dos acuerdos en materias migratorias (con Venezuela y Bolivia) que se transformaron, al poco tiempo, en letra muerta.

El Presidente Boric, en un mensaje por el Día Nacional de los Pueblos Indígenas, sostuvo que "no basta solamente con los reconocimientos simbólicos". En esto estoy de acuerdo. Estos no son tiempos de meros discursos, sino de medidas concretas y me pregunto ¿qué más concreto hay que proteger la vida de las personas que pertenecen a estos pueblos y que son representantes de estas tradiciones? Porque la muerte de Maximiliana no solo es trágica por ser la pérdida de una vida inocente, sino porque con ella muere parte de una cultura que hoy, como pasa en comunidades a lo largo de todo el territorio, está siendo asediada por una migración que asfixia.

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