Con la debacle ambiental planetaria en curso, han surgido muchas voces para alertarnos del peligro y una en particular ha destacado por sobre las demás, hablamos de la adolescente sueca Greta Thunberg.
Como toda figura pública, se ha vuelto objeto del escrutinio de muchos, ya sea para ensalzar su figura o para criticarla.
En Chile, en particular, Thunberg ha sido denostada por varios opinólogos de derecha (y unos pocos de izquierda), principalmente por su condición de ciudadana de un país desarrollado, por ser menor de edad, por su aspecto y, en mucho menor medida, por criticar el modelo extractivista y cortoplacista que prima en nuestra economía nacional.
Desconocemos las razones íntimas de cada uno de quienes han disparado virulentas opiniones en contra de la joven sueca, pero, más allá de que toquen el sistema económico que dicen admirar, está comprobado que el odio y el miedo generan audiencia.
Un video, una publicación escrita, e incluso un meme sobre ella generará algunas interacciones de apoyo y muchas de crítica y rechazo pero, sabemos, eso es popularidad y publicidad. Y no hay mala publicidad.
Con suerte, pueden ser invitados a programas de televisión abierta donde, en nombre de un muy mal entendido pluralismo, expondrán ante millones de espectadores sus teorías negacionistas o el supuesto doble estándar de la activista.
Hace un tiempo se le dieron muchos minutos de pantalla a voceros de un movimiento xenófobo muy minoritario, derecho ganado solo por las miles de interacciones logradas en las redes. No importa si todas eran burlas o críticas, porque generan visibilidad.
Y la maquinaria funciona con espectadores, con videos reproduciéndose o clics sobre las opiniones, no con contenidos. Lamentablemente.
En este momento el problema para los opinólogos que mencionaba es Greta y no el calentamiento global, así como ayer era el trabajo de los parlamentarios y no la reducción de la jornada laboral, o las declaraciones de algún político y no las malas pensiones o la decadencia de la salud y la educación.
"Maten al mensajero" y, de paso, siguen teniendo tribuna para difusión de sus especulaciones conspirativas y la preservación de los privilegios de algunos.
Lo mejor en estos casos es ignorar a estos personajes e incluso no quedarnos con los reclamos de Thunberg, sino con lo que está detrás, un planeta que se consume mientras muchos miran y unos pocos cuentan su dinero.
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