Es curioso, postfactum el 15 de febrero de 2019, se inició una suerte de balance crítico de la Política Exterior del actual Gobierno, junto con cuestionamientos, no solo a su formulación sino que también a sus actores, conductores, decisiones, implementaciones y prácticas, lo que no sucedía, con énfasis, panorámicas y puntos de vista divergentes, desde hace tiempo.
Hoy en día, no podría soslayarse lo que ha quedado, como registro histórico inédito, y en el imaginario colectivo, por cierto, de diplomáticos; especialistas reales; estudiosos rigurosos; interesados sinceros; hombres y mujeres de buena fe, de buena voluntad y decentes, y, medios de comunicación social relevantes y serios-, con reciente noticia de Política Exterior.
En efecto, se trata de esa patética fotografía, del sábado 23 de febrero de 2019, en puente aun no inaugurado, de gran infraestructura fronteriza venezolana-colombiana, con llamativo nombre de ‘Tienditas’, de amplia vista, ocupado por S.E. el Presidente de la República y su actual inmaduro ministro de Relaciones Exteriores (sobre validez de un mundo multipolar, construcción de la paz regional y rol de los buenos oficios), ambos ante pequeño pódium simbólico, con el escudo nacional, apoyo habitual para lo discursivo, y hablando al aire.
Me vienen a la memoria, para compartir con el lector ya descrito, tres muy notables de la Diplomacia y la Política Exterior Chilena, a quienes conocí: don Hernán Santa Cruz Barceló, actor en negociación y redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 1948. Don Gabriel Valdés Subercaseaux, Ex ministro de Relaciones Exteriores, como categórico y digno representante de nuestra Región Latinoamericana y Caribeña, para llevar y exponer ante el Presidente Richard Nixon, el crítico “Consenso de Viña del Mar”, en 1969.
Y don Humberto Díaz Casanueva, Embajador de Chile ante Naciones Unidas, en el Gobierno del Presidente Salvador Allende Gossens, Premio Nacional de Literatura 1971, y Miembro del Grupo de Seis Expertos Mundiales de las Naciones Unidas que estudió efectos del Apartheid en África Austral, instancia clave para ampliar la conciencia moral universal, y para lograr su condena, denuncia y término, con la libertad de Nelson Mandela, después de 27 años preso.
Algunos críticos recientes, abordan panorámica y puntos de vista, legítimos, con acepción de “Política de Estado”, para concebir la Política Exterior chilena. Quizás, también, “lenguaje de moda” que nunca es bien explicado.
Creo que es un enfoque equivocado, erróneo y falaz, desde y para una acertada visión de la Política, como acción gubernamental profunda. Es un caso más de concepciones impuestas o ‘contrabando ideológico’.
Al igual que desde Europa, cuando nos hablan de sus dirigentes reelegidos, en Gobiernos y Parlamento Europeo, ellos son líderes; pero, los nuestros, latinoamericanos y caribeños reelegidos, son unos caudillos.
En efecto, cuando apareció Francis Fukuyama, con “El fin de la Historia y el último hombre”, en 1992, deslumbrados seguidores corrieron a sumarse, y después, hicieron pronto rechazo, declarativo, a sus fundamentos y propuestas.
Pero, quedaron atontados, atraídos e insertos en su razonamiento: “la historia humana como lucha entre ideologías ha concluido”, y vale “el reconocimiento como motor de la historia”, con opción única en “el capitalismo”.
Y, por ello, quedarían con distorsiones analíticas, políticas y propositivas, dimanando una de ellas, que es lo que se ha dado en llamar “Política de Estado”, concebida para una Política Exterior.
El punto es que aquello puede ser entendible, en algunos casos de políticas sectoriales de la Política Interior de Chile. Sí claro, pueden haber grandes acuerdos en algunos actos, planes y proyectos estatales: v.g., ambientales, económicos, infraestructurales, mineros y sociales.
Los Programas de Gobierno pueden ser convocantes y facilitadores para esas esferas del desarrollo nacional. Pero, no debiera negarse, obviarse u olvidarse que aquellos, ya se han confrontado en Elecciones Presidenciales, como alternativas, una de las cuales es elegida, ganadora y victoriosa por el soberano: el pueblo que ha optado, participado y votado.
De allí que la Política Exterior no debe ser ni podría ser considerada como ‘algo aparte’, si se entiende la Política como una legítima lucha por acceder al Poder, para cumplir ideales, en aras de satisfacer las necesidades básicas del conjunto de toda la población, para lograr su bienestar y buen vivir, a través del desarrollo nacional y el crecimiento económico-social.
En efecto, ya lo señalaba un joven escritor y diplomático, Ángel Ganivet García, precursor de la Generación del 98, en su Idearium Español, en octubre de 1896, “El punto de partida de la Política Exterior de un país es la Política Nacional, puesto de que de ésta depende el rumbo que se ha de imprimir a aquella; y asimismo, el punto de partida de la Política Interior es la idea que se tiene del papel que la Nación ha de representar en la Política Extranjera.”
Esta idea-guía no puede sorprender y debe servir para tener una panorámica y un punto de vista, para analizar, criticar, evaluar y seguir la Política Exterior de cualquier Gobierno, y del actual, en forma abierta, argumentada, fundada, ‘no a medias’, y jamás ambigua, confusa, coyuntural y/u ocasional. Política y profesionalmente, se debe ser siempre muy consistente.
Esta Política Exterior, que es conducida por S.E. el Presidente de la República, y ejecutada por su converso ministro de Relaciones Exteriores, no debiera ser criticada y evaluada por “no ser una Política de Estado”, lo cual es obvio, dada su ideología, que no ha tenido fin-. Así se va dando paso a una negativa ingenuidad y necedad políticas.
Al contrario, la Política Exterior Chilena debe confrontarse por su actual “estado”: alejada de nuestra Región como Zona de Paz; con participaciones sumisas a injerencias descaradas en otros países; con escenificaciones penosas; con embates reiterados al Sistema de Naciones Unidas y, en particular, a su Alta Comisionada para los Derechos Humanos, que sí cumple a cabalidad las responsabilidades de su cargo, su agenda y sus tiempos.
Todas esas conductas, decisiones, implementaciones y prácticas retrotraen a nuestro país a ser un disminuido actor en la arena internacional, con un pretendido ‘liderazgo’ factual político, pero ridículo y vacío.
A mi juicio, a partir de errados enfoques, con el decurso ulterior de esa crítica algo ingenua y necia, se ha incubado, en lo concreto, otra resultante muy negativa para la Política chilena, que es la aparición de un nuevo sujeto político chilensis, como otro ‘aporte’ perturbador.
Son los que se definen, y creen y pretenden ser, de avanzada, de izquierda y progresistas en Política Interior, pero que, se permiten, en Política Exterior ser conservadores, de derecha y reaccionarios.
Es otro original nuevo producto que circula y se desenvuelve, con análisis y/u opiniones, que se entroncan con el clásico lenguaje editorial mercurial, cuando se refieren a problemáticas en países de América Latina y el Caribe, en sus declaraciones balbuceantes.
Contradicciones y discrepancias son recurrentes, intra grupos y en algunos partidos políticos, al no tener una adecuada matriz analítica, para abordar, comprender y situarse en la actual correlación de fuerzas en la arena internacional, y ver como Chile debiera insertase ahora en nuestra Región y Subregión, regresando a la práctica de una Política Exterior de Principios.
Y hacerlo con iniciativas, estudiadas y responsables, y con propuestas, serias y solventes, en la esfera de la necesaria integración de América Latina y el Caribe, a partir de la “unidad en la diversidad”, y retomando una activa presencia creativa en Sistema de las Naciones Unidas.
Así, ya no se trata de cambiar el lugar donde hace sus ‘puntos de prensa’ el Señor Ministro. Se requiere cambiar y reenfocar, con suma urgencia nacional, el “estado” de la actual Política Exterior Chilena, conducida por S.E. el Presidente de la República.
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