En marzo de 2023 tendrá lugar la XXVIII Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de Gobierno en República Dominicana, y está previsto igualmente que, aprovechando la presidencia española de la UE, se celebre en el segundo semestre una reunión entre la Unión Europea y América Latina.
Estas dos cumbres internacionales tienen lugar en un momento internacional especialmente complejo, en que vivimos los riesgos de la fragmentación y policentrismo, con el surgimiento de varios polos o cabezas de serie. China, EE.UU. y con alta probabilidad también la UE, entre otros, liderarán este nuevo mapa.
En esta nueva densidad, Iberoamérica juega un rol marginal y por ello le conviene buscar una aproximación mayor con la UE, con la cual comparte preocupaciones similares y valores comunes. Después que países relevantes de la región justificaron el autogolpe presidencial en el Perú, las líneas de riesgo y los consensos democráticos están, sin embargo, a prueba.
Así, la Cumbre Iberoamericana puede terminar siendo un lugar de debate sobre nuestro pasado colonial y otros temas para justificar nuestras falencias y subdesarrollo, desaprovechando la oportunidad de acordar asuntos para salir adelante. Igualmente, una cumbre entre la UE y Celac proporciona a Chile una voz y un rol privilegiado en la región, considerando el nuevo tratado de asociación con Europa.
El riesgo es que ambas cumbres terminen en la intrascendencia y capturadas por corrientes ideológicas, lenguajes y demandas ancladas en el pasado. Chile debe ejercer una función facilitadora entre ambas regiones, tendiendo puentes, impulsando iniciativas que miren el futuro, cuantifiquen los potenciales de nuestra región y sostengan una lectura adecuada de las falencias y pasivos. Sobre temas de relevancia como la innovación, la tecnología, la crisis climática, la financiación de los países de renta media, el intercambio en materia educacional, modelos de convivencia, envejecimiento poblacional, etc.
Una posición activa, constructiva y generadora de alianzas demanda de la Cancillería chilena anticiparse a los hechos y principalmente delinear escenarios y seleccionar temas que le interesen a nuestro país y que capturen el interés de la región. Por ello, más que grandes discursos y señales de amistad, que no se traducen en acciones concretas, debemos nosotros, como socios estratégicos de la UE e iberoamericanos a la vez, utilizar las cumbres para posicionar a Chile y traspasar algunas de nuestras experiencias.
Por ello, urge definir con urgencia el rol que debe asumir Chile en ambas cumbres. ¿Será una presencia en que nos alinearemos a los países que promueven la verborrea revolucionaria y buscan la responsabilidad de sus fracasos internos en el colonialismo o, por el contrario, se utilizará para destacarnos como un socio seguro, un aliado estratégico de largo plazo, en que las personas y los países, especialmente la UE, pueden confiar?
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