Hace unos días, el 22 de diciembre de 2022, observamos la botadura del nuevo rompehielos Almirante Viel de la Armada de Chile. Este buque (de 111 metros de largo y 10.500 toneladas de peso) constituye un hito para la industria de la defensa chilena, pues está construido íntegramente en Asmar. Además, entrega un importante apoyo a la soberanía y la ciencia en la Antártica.
Cuando Chile firmó el Tratado Antártico, en 1959, se comprometió - entre otras cosas- a mantener la soberanía en su respectiva zona de reclamación (Territorio Antártico Chileno, delimitado por el decreto 1747 de 1940) y sostener en el tiempo la investigación científica de un continente que recién fue develado en su totalidad en el siglo XX. En los anteriores viajes de descubrimiento solo se había accedido a sus costas.
La investigación siempre ha estado presente en la Antártica, desde el primer viaje para la instalación de la base Soberanía en 1947 (actual base Arturo Prat) y en hitos como el Año Geofísico Internacional (1957-1958). Este programa global de investigaciones puso foco en este territorio y tuvo como resultado la firma del tratado de 1959. La preocupación de los países miembros por la protección de los recursos naturales marinos y minerales de esta zona ha sido constante, ya que, además de ellos, estas tierras poseen la reserva de agua dulce más grande del mundo.
El avance de un nuevo rompehielos no es algo menor, al contrario, demuestra que Chile puede construir sus propias capacidades navales utilizando las empresas que se encuentran instaladas. Esto constituye un foco de empleo para personal calificado en estas áreas, en vez de comprar estos buques en el extranjero, los cuales llegan con años de servicio al país.
El Almirante Viel, cuya última etapa se construirá con el rompehielos a flote, no solo brindará un apoyo constante en las tareas de las Fuerzas Armadas en la Antártica; también dará soporte a la labor científica con laboratorios a bordo, albergando aproximadamente 30 especialistas.
Una innovación de este tipo permite reafirmar la política exterior chilena en el Continente Blanco, aumentando su presencia con patrullajes más extensivos, pero también proporcionando valiosa información sobre unas tierras que, aunque lejanas, siempre se han encontrado en el imaginario del Chile "de la región antártica famosa", como lo calificó Alonso de Ercilla en La Araucana y donde, en pleno siglo XXI, puede marcar un antes y después en nuestra visión austral-antártica.
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