El fallo de la Corte de La Haya resuelve claramente una artificial controversia jurídica creada por los gobernantes bolivianos. Y eso es bueno, no solo para Chile, sino para la paz de América. Lo que no se ha resuelto es el problema político, por una parte y, por otra, el tema emocional de un pueblo que se siente enclaustrado desde que perdió una guerra terriblemente dolorosa.
Me resulta desagradable ver el ensañamiento demostrado en tanto chiste que circula por redes sociales burlándose tanto de Evo Morales como de los bolivianos, chanzas que revelan el desprecio que muchos sienten por nuestros vecinos en general y por los aymaras en particular.
Me parece que es la hora de replantearse, en plena marcha del siglo XXI, una perspectiva distinta de las relaciones entre gobiernos y entre pueblos.
No es raro el tono de desprecio y prepotencia que podemos observar en muchos, pues ellos mismos están acostumbrados a mirar al propio pueblo chileno con un dejo de desdén, ya que se sienten parte de una clase superior, a la que le interesan más Europa o Estados Unidos que los propios habitantes del país. E incitan, de ese modo, a que otros sigan el ejemplo de los que detentan el poder en todos sus niveles, exacerbando nacionalismos y aspirando a ser parte de una elite que no necesariamente nos corresponde.
Pienso que, en esta hora, más que declaraciones como las que se ha hecho desde el gobierno o desde ciertas figuras de la política y la empresa, es más conveniente proponer derechamente, con urgencia y sin condiciones, relaciones diplomáticas. Un encuentro entre gobernantes y la activación de las relaciones efectivas entre deportistas, intelectuales, artistas, empresarios, trabajadores y políticos, ayudaría enormemente a lograr un acercamiento.
Podrán así los bolivianos sentir que somos parte de una comunidad que persigue integración, comprensión y desarrollo integral, dejando el tema de si acaso el puerto del cual salen sus productos hacia el mundo tiene o no soberanía política. Que ellos sientan que tienen acceso al mar, que tienen derecho a ello porque son nuestros vecinos y que las guerras del pasado las hemos dejado atrás para crear un polo de desarrollo en todos los planos, incluyendo lo político, lo intelectual, lo artístico, entre otros, y excluyendo lo militar, en nuestras consideraciones y miradas.
No descarto en todo caso una solución como la ya propuesta por el norte, aunque requiere el beneplácito de Perú. Tal vez sea posible explorar esa solución.
Chile es parte de la comunidad de países de América Latina y su desarrollo efectivo no está mirando a Europa ni a China, sino a su entorno más cercano para potenciar el desarrollo de nuestros países en forma armónica, hasta que como un conjunto vivo nos hagamos potencia para negociar con el resto.
Una verdadera hermandad con los vecinos nos permitirá bajar gastos militares y aumentar los recursos destinados a la educación, la salud y al bienestar de la población.
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