Una evidente manera de seguir perdiendo territorio

Cuando recientemente el embajador de Argentina en Chile fue consultado por la infraestructura que su país este año materializó en suelo nacional, con la prepotencia que caracteriza a la diplomacia trasandina, declaró que para retirar los paneles solares de nuestro territorio "habría que esperar el verano". Por su parte, el canciller chileno, ante esta flagrante violación a la soberanía nacional en el sector norte de la isla de Tierra del Fuego, desplegó una sorprendente ingenuidad afirmando que dicho acto se trataba de "un error de buena fe".

Para intentar comprender el origen de esta chocante situación es recomendable examinar lo que ha estado pasando 7.000 kilómetros al norte del Estrecho de Magallanes. Ocurre que el Canal de Panamá, por donde transita el 6% de los flujos comerciales marítimos del mundo, enfrenta nuevamente problemas derivados de la sequía. En efecto, el déficit de precipitaciones debido a las alteraciones planetarias del cambio climático y del fenómeno de El Niño, ha reducido la profundidad media del lago Gatún de 26 a 21 metros, gigantesca obra de ingeniería que no solo ocupa casi la mitad del trayecto del canal, sino que alimenta las esclusas para que ellas permitan el desplazamiento vertical de las naves. Es decir, el Canal de Panamá para operar necesita agua dulce proveniente de las lluvias, debiendo destinar alrededor de 185 millones de litros del ahora escaso recurso hídrico por cada paso de barco.

Ante los pronósticos pesimistas sobre la oferta de agua en Centroamérica, que provocaría un aumento en los actuales tacos de embarcaciones en ambos accesos al Canal de Panamá, y una disminución obligada de la carga para reducir el calado de ellas durante el transporte, se han propuesto algunas alternativas a esta vía bioceánica transitada anualmente por más 14 mil barcos porta-contenedores.

Una de ellas es el proyecto impulsado por México en la parte más angosta de su territorio, denominado Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, el cual parece poco atractivo pues no posee una logística ágil ya que los contenedores se transportarían por ferrocarril entre ambos océanos. Nicaragua -al no contar con el apoyo de China- ha postergado un canal aprovechando también un gran lago que llevaría el nombre de este país centroamericano y conectaría los puertos de Punta Gorda en el Atlántico con el de Brito en el Pacífico. Finalmente, existen reparos en ocupar el Ártico como vía navegable, por cuanto esa ruta solo está ocasionalmente transitable en verano y aun en dicha época es en extremo peligrosa.

Frente a estos callejones sin salida, el Estrecho de Magallanes retoma parte de su atractivo para vincular por vía marítima a otras partes del planeta, principalmente a Europa con Asia. Es entonces cuando Argentina, que siempre ha tenido una visión geopolítica más amplia y anticipada que la chilena, no oculta su apetito por dominar este paso interoceánico. Y lo hace con un desplante que contrasta con la parsimonia de Chile; tanto así que no solo el vecino país dilató el retiro de su infraestructura invasora, sino además mantiene vigente el Decreto 457/2021 donde en su página 13 del anexo establece: "Uno de los espacios compartidos que resulta fundamental continuar fortaleciendo es el de la exploración, estudio y control conjunto sobre el Estrecho de Magallanes y el Mar de Hoces...".

Es decir, lo que probablemente Argentina está haciendo con meterse en suelo chileno, que por ahora fueron tres metros, es manifestar explícitamente la ambición territorial de que nuestro país le comparta el control del Estrecho de Magallanes. Y tal vez en un futuro no tan distante, reclamar la propiedad exclusiva de la boca oriental de dicha vía, alegando ante algún tribunal internacional cierto derecho adquirido por todos los meses que Chile aceptó la permanencia de esos paneles solares.

Si ambos países quieren realmente integrarse para un desarrollo colaborativo, Argentina debe abandonar sus históricas pretensiones sobre el Océano Pacífico y Chile debe volverse intolerante, todo lo que hasta ahora no ha sido ante los atropellos a su soberanía.

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