Se considera como virtud heroica el hábito de una conducta ejemplar. Es una fuerza interior que nace del alma y que es capaz de volver fáciles una serie de actos cada uno de los cuales, para una persona normal, hubiesen significado dificultades insuperables.
Don Raúl demostró tener esa capacidad interior que le nacía del poder de Dios.
Así, en momentos que existía una enorme desnutrición y escasez alimentaria en Chile, logró generar una red gigantesca de ayuda a los más pobres a través de la creación de Cáritas Chile . Consiguió la ayuda de Europa y Estados Unidos obteniendo los alimentos que escaseaban en nuestro país distribuyéndolos eficazmente en las poblaciones marginales.
Lo que parecía imposible lo transformó en una realidad concreta. Cuando constató la pobreza en el campesinado chileno, el analfabetismo, el inquilinaje y la semiesclavitud a los que eran sometidos centenares de miles de campesinos, se impuso una tarea que parecía imposible: la de entregarles en propiedad las tierras que disponía la Iglesia y así procurarles dignidad. Nuevamente lo que parecía una utopía, su heroica virtud lo hizo fácil.
Durante la terrible dictadura militar, cuando los chilenos fuimos silenciados y oprimidos por la fuerza de las armas. Cuando se atropellaron flagrantemente los derechos humanos.
Cuando no existía libertad de información, cuando el terrorismo de Estado asesinaba, torturaba o hacía desaparecer a compatriotas nuestros, don Raúl creó la Vicaría de la Solidaridad. Fue la voz de los sin voz. Fue el apoyo que se opuso a la acción demencial de la dictadura, fue quien con valentía y decisión entregó todo su poder y fuerza moral para mitigar tanto dolor y sufrimiento. Nuevamente lo que parecía imposible don Raúl lo hizo posible.
Y así se podrían seguir enumerando sus virtudes heroicas. Donde la providencia lo pusiese allí estaba la caridad de Cristo que lo urgía haciendo posible lo imposible. Tal grado de virtud pertenece solamente a las almas que se han purificado de los apegos mundanos y que se han anclado sólidamente en el amor de Dios.
La prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza se anidaron en el corazón de este querido Pastor quien fue capaz de demostrar en los hechos que lo que parecía imposible para cualquier persona, para él no lo era.
Don Raúl fue un héroe de la virtud y es por ello que la Corporación Cardenal del Pueblo, la Corporación del Cardenal Silva ha iniciado la campaña de recolección de adherentes para la causa de beatificación de don Raúl quien merece estar en los altares por haber sido un sacerdote santo.
Su santidad y sus virtudes heroicas quedan claramente reflejadas en su testamento espiritual. Lo que nos dejó como legado es exactamente lo que él llevó a cabo como pastor. En su Testamento Espiritual él nos insta a intentar poner en práctica sus propias virtudes heroicas cuando nos dice.
“Mi palabra es una palabra de amor a Chile. He amado intensamente a mi país. Es un país hermoso en su geografía y en su historia. Hermoso por sus montañas y sus mares, pero mucho más hermoso por su gente. El pueblo chileno es un pueblo muy noble, muy generoso y muy leal. Se merece lo mejor.
A quienes tienen vocación o responsabilidad de servicio público les pido que sirvan a Chile, a sus hombres y sus mujeres, con especial dedicación. Cada ciudadano debe dar lo mejor de sí para que Chile no pierda nunca su vocación de justicia y libertad.
Mi palabra es una palabra de amor a los pobres. Desde niño los he amado y admirado. Me ha conmovido enormemente el dolor y la miseria en que viven tantos hermanos míos de esta tierra. La miseria no es humana ni es cristiana.
Suplico humildemente que se hagan todos los esfuerzos posibles, e imposibles, para erradicar la extrema pobreza en Chile. Podemos hacerlo si en todos los habitantes de este país se promueve una corriente de solidaridad y de generosidad. Los pobres me han distinguido con su cariño. Sólo Dios sabe cuánto les agradezco sus muestras de afecto y su adhesión a la Iglesia.
Mi palabra es una palabra de amor especial a los campesinos que trabajan con el sudor de su frente y con quienes compartí desde mi infancia. En ellos hay tantos valores que no siempre la sociedad sabe apreciar. Quiero pedir que se los ayude y se los escuche. A ellos les pido que amen y que cuiden la tierra como un hermoso don de nuestro Dios.
Mi palabra es una palabra de amor a los jóvenes. En los primeros y en los últimos años de mi ministerio sacerdotal a ellos les he dedicado de un modo especial mi consejo y mi amistad. Los jóvenes son buenos y generosos. Pero necesitan del afecto de sus padres y del apoyo de sus profesores para crecer por el camino de la virtud y del bien. La Iglesia y Chile tienen mucho que esperar de una juventud que está llamada a amar con transparencia y cuya voz no puede ser desoída.
Mi palabra es una palabra de amor a mis hermanos obispos y a los sacerdotes que con tanto celo sirven a su pueblo. Doy las gracias a quienes colaboraron conmigo en tantas tareas hermosas que emprendimos, primero en la amada Iglesia de Valparaíso, y después en esta muy amada Iglesia de Santiago.
A los laicos que tan lealmente me dieron su amistad y su cooperación les deseo que su trabajo sea comprendido y valorado. Que no se cansen en su servicio. Y que cuiden de un modo especial a sus familias.
Mi palabra es una palabra de amor a todos. A los que me quisieron y a los que no me comprendieron.
No tengo rencor.
Sólo tengo palabras para pedir perdón y para perdonar.
Sólo tengo palabras para agradecer tanta bondad que he recibido.
A la Virgen Santa me encomiendo, ya que ella es el Auxilio de los Cristianos.
A todos les doy mi bendición en el nombre del Señor”.
Por todo esto y más, mucho más, iniciamos la campaña de recolección de adherentes para la beatificación de don Raúl, un hombre santo, un pastor que no vaciló en hacer lo que se debía hacer.
Él logró revertir lo imposible y lo hizo posible.
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