El Papa Francisco habló hoy frente a la Presidenta de la República Michelle Bachelet. Junto a ella, a todos sus ministros, el poder judicial, el poder legislativo y a todo el país. No eligió una misa, ni una liturgia. O un espacio religioso, plagado de obispos, para decir que sentía dolor y vergüenza por los abusos sexuales cometidos contra menores de parte de sacerdotes. Y manifestó que esperaba que estos abusos nunca más se volvieran a repetir. La Moneda, el centro de nuestro Estado, fue desde donde el Papa habló con sinceridad y con fuerza.
El Papa le hablo al país, no a los católicos. Porque sabe que los delitos cometidos por sacerdotes contra menores y las faltas al ministerio sacerdotal que han tenido condena canónica, han afectado a la convivencia del país y la confianza de todo un pueblo frente a la Iglesia. Este no es sólo un tema de católicos fervorosos, sino de toda una sociedad que se ha visto afectada por cada uno de los casos en los cuales se ha manifestado el delito, el abuso de poder o la manipulación de conciencia.
Se tienen que valorar estas palabras del Papa, sin embargo, hacen falta algunas otras cosas.
Hace falta reconocer que los abusos tuvieron la complicidad y el encubrimiento de varios miembros actuales de la jerarquía eclesial y de connotados laicos (un gran empresario fue al mismo Fiscal Nacional para pedirle que apurara el caso Karadima) y hoy mismo, con el caso de los Maristas o la acusación de dos Franciscanos, siguen ocurriendo hechos que nos indican que hay mucho por hacer.
O la misma presencia del Obispo Barros en la misa del Parque O´Higgins nos muestra que hay mucho que avanzar.
El dolor y la vergüenza no debiese ser es sólo por casos particulares, sino por una cultura de protección, por la negligencia, por no escuchar a las víctimas y por todavía no hacer lo suficiente para prevenir los abusos en la Iglesia Católica.
Aún más, las palabras ayudan, pero la misma Iglesia en su doctrina, señala que cuando el perdón no está unido a la reparación y la penitencia, no queda completo. Falta, por lo tanto, un gesto que ayude a restaurar a la Iglesia con las víctimas y con el país.
El Papa Francisco habla claro. Valora la historia de la Iglesia chilena y la historia democrática de Chile de los últimos años.
Valora nuestro país, su gente y sus instituciones.
No ha tenido un discurso ni moralista ni restrictivo. Habla directo a sus autoridades y habla de las bienaventuranzas al Pueblo de Dios.
Es de esperar que tanto él, como la jerarquía que lo acompaña, pueda seguir haciendo las acciones suficientes para recuperar la credibilidad y confianza perdida y así hacer del Evangelio un aporte a Chile.
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