Ha fallecido, hace apenas unas semanas, el padre Gustavo Gutiérrez O.P. (1928 - 2024), pionero de la Teología de la Liberación. Aunque triste noticia para la Iglesia Católica y para América Latina, es la ocasión para agradecer su aporte y aprender de este personaje ejemplar. El padre Gutiérrez nos deja un legado virtuoso por medio de su vida, su obra y su espiritualidad. Nacido en Lima en 1928, Gutiérrez se destacó por su compromiso con los pobres y marginados de América Latina, lo que dio origen a una corriente teológica innovadora que vinculó la fe cristiana con la justicia social.
Vida y trayectoria
Gustavo Gutiérrez Merino, peruano, de raíces quechuas, enfrentó desde joven problemas de salud, como la osteomielitis, que lo postraron en cama y le permitieron desarrollar una sensibilidad profunda por el sufrimiento humano. Estudió medicina en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, pero pronto se inclinó hacia la teología, ordenándose sacerdote en 1959. Su formación teológica en universidades europeas como Lovaina y Lyon lo acercó a figuras influyentes de la teología del siglo XX, como Henri de Lubac y Marie Dominique Chenu, quienes contribuyeron a su comprensión de la teología como una disciplina enraizada en el contexto histórico y social.
La labor de Gutiérrez como párroco en barrios marginales de Lima, como asesor de la UNEC (Unión Nacional de Estudiantes Católicos), y su participación en la Conferencia de Obispos de Medellín en 1968 fueron determinantes en el desarrollo de su pensamiento. En 1971, publicó "Teología de la Liberación. Perspectivas", obra que marcó un antes y un después en la teología latinoamericana.
Fundó el Instituto Bartolomé de las Casas en Lima, dedicándose a la formación teológica desde una óptica comprometida con los más pobres y marginados. En el año 2009, a los 81 años, se une a la Orden Dominica, a la que también perteneció fray Bartolomé de las Casas.
Por su trayectoria académica y pastoral, más de 30 instituciones, entre las cuales hay muchas universidades de prestigio internacional, le otorgaron el título de doctor honoris causa y otros reconocimientos. En 2003 recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en reconocimiento a su opción inquebrantable por una fe que defiende a los más desfavorecidos.
Principales obras y su propuesta teológica
Entre sus obras más significativas se encuentran "Teología de la Liberación. Perspectivas" y "Beber de su propio pozo", donde Gutiérrez establece la "opción preferencial por los pobres" como núcleo de su propuesta. La Teología de la Liberación se fundamenta en una lectura de la realidad latinoamericana como signo de los tiempos, destacando que la fe no es solo una dimensión espiritual, sino que debe traducirse en compromiso con la justicia social.
El padre Gutiérrez fue un autor prolífico habiendo publicado decenas de artículos académicos y de divulgación, y numerosos libros que profundizan aspectos de la teología de la liberación, varios de los cuales han sido traducidos a distintos idiomas. Además de su obra clásica se pueden mencionar: "La fuerza histórica de los pobres" (1980); "Beber en su propio pozo" (1989); "En busca de los pobres de Jesucristo" (2003); "Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente, reflexiones sobre el libro de Job" (2004); "Del lado de los pobres, Teología de la Liberación" (2005), y "De Medellín a Aparecida" (2018).
El método de Gutiérrez es hermenéutico y crítico. Para él, la teología comienza con la observación de la realidad social y utiliza herramientas de análisis provenientes de las ciencias sociales, incluyendo la sociología crítica, para entender las estructuras de opresión. Posteriormente, recurre a la Biblia en busca de respuestas teológicas a los problemas sociales. Este enfoque contrastaba con la teología tradicional de origen escolástico, una perspectiva deductiva que se enfocaba primero en el texto bíblico y en la tradición y luego en la realidad. A pesar de las críticas, Gutiérrez fue claro al rechazar cualquier interpretación marxista que contradijera la fe cristiana, defendiendo que su objetivo era poner a la palabra de Dios en el centro de su reflexión.
Gustavo Gutiérrez se esforzó toda su vida en redescubrir el amor al prójimo como centro de la vida cristiana y en una comprensión más bíblica e histórica de la fe.
La espiritualidad de Gustavo Gutiérrez
Gustavo Gutiérrez no sólo era un teólogo, era ciertamente también un místico. Bastaba escuchar sus conferencias o sus prédicas para darse cuenta de que su inspiración era profunda y estaba basada en una característica meditación acerca de las enseñanzas de Jesús. Este teólogo veía la encarnación de Cristo como un acto radical de amor y liberación a la humanidad de parte de Dios mismo. Un llamado constante a los cristianos a luchar contra las estructuras de opresión. La "praxis liberadora", como él la definía, es un proceso integral que busca no solo el cambio social, sino también la conversión interior del ser humano. La liberación para Gutiérrez incluía la salvación del pecado y la libertad de las condiciones materiales y espirituales que limitan la dignidad humana.
La espiritualidad de Gutiérrez se caracterizó por una profunda compasión y solidaridad con los pobres, reflejada en su insistencia en que la fe no debe ser una espiritualidad desencarnada sino una "praxis liberadora". Para él, la opción por los pobres no es antes que nada una postura política, sino una forma de vivir y encarnar la vida de Cristo en el presente. Esta espiritualidad se inspira en una lectura y meditación creyente del Éxodo, de Job, de los profetas, de los Evangelios, de las Bienaventuranzas, por una parte y en una lectura crítica de los sufrimientos y de las injusticias de la sociedad actual, por otra. De allí surge una práctica de amor liberador y una mística alentada por el Espíritu del Dios de la justicia y del amor, que llevan a la comunidad cristiana a transformar el mundo a través de acciones concretas de amor y solidaridad.
Las reflexiones teológicas y la lucha por la justicia no pueden estar separadas de la espiritualidad. Gutiérrez afirmo en una oportunidad que debe existir una íntima relación "entre la teología, la espiritualidad y la predicación del Evangelio. La teología de la liberación comparte esta misma convicción."
La Teología de la Liberación no solo responde a las necesidades de América Latina, sino que ofrece una visión renovada de la espiritualidad cristiana para el mundo actual, recordándonos que la verdadera fe se vive en el amor concreto hacia los demás y en la búsqueda del reino de justicia y paz anunciado en el Evangelio.
Contribución a la teología, al pensamiento latinoamericano y a la renovación espiritual
El impacto de Gutiérrez va más allá de América Latina. Su teología ha sido acogida en diversas partes del mundo como una voz profética que desafía al catolicismo a asumir un papel activo en la lucha por la justicia social. La Teología de la Liberación de Gutiérrez invita a una renovación del catolicismo, recordándole que el amor a Dios se manifiesta en el amor al prójimo, especialmente al pobre.
Para el pensamiento latinoamericano, Gutiérrez representa una síntesis entre la fe cristiana y la búsqueda de justicia social, inspirando a movimientos sociales y a otros pensadores comprometidos con la transformación de las realidades opresivas en el continente. Su influencia se extiende a nivel mundial, desafiando a la Iglesia a encarnar un evangelio que sea verdaderamente una buena nueva para todos, especialmente para los marginados.
Gustavo Gutiérrez deja un legado inmenso para la teología y la espiritualidad contemporánea, mostrando que la fe no puede ser indiferente al sufrimiento humano y que la verdadera salvación debe ser integral, abarcando en una síntesis única, tanto la dimensión espiritual como la histórico-social. Su vida y obra siguen siendo una fuente de inspiración para todos aquellos que luchan por un mundo más justo y solidario, recordándonos que la esencia del cristianismo radica en la entrega y el amor al prójimo, especialmente hacia los más vulnerables.
Existen en la teología de la liberación distintas corrientes y diferentes autores y varios movimientos cristianos que se han inspirado en ella. Se trata de un modelo de pensamiento cristiano novedoso que puede ser considerado el más original que se ha elaborado en los cinco siglos de teología en América Latina. Algunos autores afirman que es, en realidad, la primera teología cristiana propiamente latinoamericana, fiel a la tradición profética de tantos misioneros y cristianos comprometidos con la causa de los pobres en la historia Latinoamericana. Gustavo Gutiérrez fue el primer y más sistemático exponente de este pensamiento y de esa práctica liberadora.
Los puntos centrales de la teología de la liberación -la reflexión sobre las injusticias y las estructuras del pecado y la opción preferencial de Dios por los pobres- han sido fértiles en la doctrina y la predicación de la Iglesia en estas últimas décadas, incluida la prédica de los últimos papas.
Las criticas injustificadas a su propuesta y a su método
Gustavo, para los que nos tocó conocerlo en persona, nos impactaba con su bonhomía, su sencillez, su aguda inteligencia y su profunda espiritualidad, que se respiraba en el aire. Su profunda motivación teológica y pastoral se ve claramente reflejada en sus reflexiones críticas acerca del método en la teología.
Cuando el Vaticano inició un proceso en su contra se esforzó en clarificar que las mediaciones analíticas que requería la teología para discernir los signos de los tiempos no necesitaban estar apegadas a una metodología sociológica específica y por ello el neo-marxismo era sólo un recurso instrumental más. Su interés fundamental, que orientaba sus análisis socio-históricos, no era ideo-lógico, sino teo-lógico, desde una mirada de fe. En este sentido se equivocan quienes, hasta el presente, ven en el pensamiento de Gustavo una propuesta político-ideológica o meramente sociológica.
En abril de 2005, cuando tuve la oportunidad de dar una conferencia magistral sobre "Pluralismo religioso en América Latina" en la Universidad de Notre Dame, en Estados Unidos, el comentarista asignado para mi presentación no estuvo de acuerdo con mi análisis. Criticó mi enfoque sociológico sobre el pluralismo, argumentando que no prestaba suficiente atención a la justicia para con los pobres. Este comentarista era nada menos que el padre Gustavo Gutiérrez, quien tomaba distancia de la sociología desde su perspectiva de fe.
Gutiérrez enfrentó pues, varias críticas, entre ellas acusaciones de ser marxista y de apartarse de las enseñanzas tradicionales de la Iglesia. Obviamente los sectores conservadores nunca entendieron, o no quisieron entender, que el mensaje de Gutiérrez se afincaba en su particular, y luego reconocida, forma de leer el mensaje de Jesús. Una forma de leer la Biblia "desde los que sufren" y que trastoca los valores y moldes de la sociedad convencional. La teología de la liberación remueve los cimientos de la sociedad consumista e individualista que ha generado el modelo neoliberal, lo cual incomoda a los poderosos.
El debate acerca de la Teología de la Liberación en el seno de la Iglesia Católica duro varias décadas y no estuvo exento de tristes episodios. Sin embargo, las cosas se fueron decantando y las reflexiones tanto de los que cuestionaban desde la Jerarquía, como de los propios teólogos de la liberación, fue desembocando en caminos de encuentro y reconciliación.
Tal es así que, en 2004, el Vaticano anunció que había terminado la revisión de los aspectos cuestionados en algunas de sus obras. Tanto el papa Benedicto XVI como el papa Francisco lo recibieron en Roma, y este último escribió el prólogo del libro "Pobre para los pobres" que Gutiérrez publicó junto al cardenal Gerhard Ludwig Müller, en esa fecha, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en 2015.
Los intelectuales impactan con sus ideas en la sociedad, pero solo los líderes que encarnan ideas y proyectos nuevos cambian la sociedad. Gustavo fue más que un intelectual, fue un líder carismático de una elevada estatura humana y espiritual, que cambio la visión acerca del cristianismo en América Latina y el mundo. Junto a Gustavo es meritorio recordar a sus compañeros de ruta, tantos líderes y lideresas y mártires cristianos/as comprometidos/as con la causa de la justicia en las últimas décadas en América Latina.
En los tiempos que corren hacen falta líderes como él que tengan la sabiduría de sintonizar con los anhelos de libertad/liberación de los pueblos y lo plasmen en ideas y prácticas de renovación y cambio.
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