La lucha espiritual se da entre los que nos concebimos criaturas de Dios y los que se conciben individuos autónomos. Si bien, ya en el Renacimiento se apreciaba la entrada de la visión antropocéntrica, la reforma protestante fue el hito fundacional de la expulsión del espíritu santo. Para Lutero, la inspiración divina llegaba a su fin y ya sólo bastaba la inspiración que cada uno, individualmente, podía tener de las sagradas escrituras. Es decir, cada individuo se convertía en espíritu santo, pecado imperdonable.
Avanzada la modernidad, el racionalismo penetraba todas las esferas de la cultura y de la ciencia, en este sentido, el idealismo, así como el materialismo fueron copando el espacio del pensamiento, la realidad ya no existía, sólo existía la idea y luego la idea expresada en la materia, pero la realidad verdadera había sido cada vez más desahuciada.
La Revolución Francesa es el segundo hito fundacional donde la autonomización del hombre se hace cada vez más agresiva y ya no sólo era suficiente la expulsión del espíritu santo, sino que también la derogación de todo lo sagrado en todo espacio público. Luego, ya en el siglo XVIII, se empieza a forjar la ideología marxista, representada por el comunismo, consolidado en el tercer hito del hombre soberano a través de la revolución rusa en el siglo XX, formando finalmente la tenaza político-ideológica del liberalismo y contra comunismo contra el cristianismo.
Esta tenaza que en realidad son las dos cabezas de la serpiente logra infiltrar la Iglesia Católica mediante la síntesis de todas las herejías, el modernismo, denunciado por el papa Pío X. El modernismo decide que la labor divina de Jesucristo había llegado a su fin y que al igual que el protestantismo, el espíritu santo debía ser expulsado de la iglesia, ya que cada uno era el espíritu santo, expulsión fortalecida por la teología fundada en el hombre a imagen liberal y comunista del mundo. Así, el Concilio Vaticano II deja las fisuras para que se infiltre el humo del demonio y una vez que el papa Pablo VI, publica la Encíclica "Humanae Vitae" en 1968, donde critica el uso de anticonceptivos, los modernistas cuestionan dicha encíclica en el contexto de la revolución sexual y del mayo francés de 1968, arremetiendo en la iglesia sin cesar hasta nuestros días, donde llegan al extremo de no reconocer sobrenaturalidad de ninguna aparición mariana. "Momentum" sublime de toda negación de Dios en la iglesia. La serpiente y sus dos cabezas ya tienen, por lo tanto, la visión y la guía de ciegos.
Esta lucha nos debe llenar de esperanza, porque está escrita en las sagradas escrituras y en las visiones de místicos, beatos y santos de la Iglesia, sobre todo por mensajes de la santísima virgen María, cuyo inmaculado corazón triunfará.
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