Con toda razón, el Presidente Macron ha recordado en estos momentos de crisis sanitaria que “la salud gratuita, el estado de bienestar, no son costos ni cargas, sino que son bienes preciosos que deben estar fuera de las leyes del mercado”.
Lo dicho por el mandatario francés, de pensamiento liberal, no sólo tiene vigencia en nuestro país, sino que es una verdad que quedó al descubierto con este mortal virus.
El papel del Estado es insustituible en una emergencia de este tipo, y la red pública es la única que puede asegurar el acceso igualitario a todas las personas.
La salud pública no puede ser un bien de consumo que esté a merced del mercado ni debe ser vista como un lastre que debe asumir el Estado. Es así que la mayor lección que nos está dejando el covid-19 es que la red pública no debe quedar en manos de los privados para que puedan lucrar con la salud de las personas.
Esto no es solo un asunto de justicia, es también de eficiencia y eficacia. ¿Qué sentido tiene, en el marco de una emergencia, que una parte de la población acceda a vacunas y tratamientos oportunos, mientras la gran mayoría se mantiene al margen? El resultado será uno solo: nadie estará verdaderamente protegido, ni privilegiados ni postergados.
De la misma manera, ¿qué sentido tiene que un puñado de personas se beneficie del crecimiento mientras la gran masa se mantiene al margen? Las consecuencias de estos desequilibrios han cobrado dramática actualidad en Chile durante los últimos meses.
Y es que la inequidad en el acceso a bienes públicos se ha transformado en una falla esencial de nuestro orden político y social. La desigualdad y los abusos se han hecho intolerables con gran fuerza para la mayoría de la población, en todos los ámbitos.
Primero fue la política, luego la educación, la previsión, los servicios básicos, Carabineros, y una larga lista de instituciones y servicios; ahora es la red asistencial la que deja en evidencia, una vez más, su fragilidad, esta vez con ocasión de la pandemia de Covid 19.
Es el conjunto de principios hasta ahora intocables, mitos y vetos, que constituyen nuestro modelo económico neoliberal, el que cruje por todos sus costados.
Tiene razón el Presidente Macron. En Chile, la emergencia sanitaria hace más imperiosa la necesidad de impulsar reformas de verdad y no de parche. En este caso, una reforma de la salud, que establezca un sistema público, universal, solidario y de calidad, que asegure la salud como un derecho a toda la población.
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