El 3 de marzo de 2020 se confirmó el primer caso de Covid-19 en Chile. A partir de ese momento, se desencadenaron una serie de eventos inesperados, que marcaron fuertemente la vida de todos los chilenos. De las crisis se deben extraer lecciones y, cuanto más grande es la crisis, mayores deben ser los ajustes y cambios que debemos implementar para prevenir y prepararnos para futuros problemas. Si bien nuestro país tuvo una respuesta adecuada a la crisis, desde una acción oportuna de las autoridades hasta una notable disciplina de la ciudadanía, resaltando el esfuerzo de los trabajadores de la salud, ahora se nos presenta una oportunidad para reforzar y mejorar nuestro sistema de salud con los aprendizajes aún presentes.
Así lo ha entendido este gobierno, que se ha hecho cargo de la normalización de la economía mientras impulsa una agenda de salud enfocada en el acceso oportuno e igualitario al derecho a la salud. Entre las medidas implementadas se destacan el copago cero en Fonasa, la reducción de las listas de espera, la entrega de medicamentos a domicilio, el fortalecimiento de la atención primaria, la implementación de un plan de salud mental y, más recientemente, la resolución de los problemas que había dejado el sistema privado de salud a través de las isapre, que durante años hicieron cobros indebidos a sus usuarios y hoy, con una compleja negociación de por medio, ya están pagando esa deuda.
Pero con todo eso no alcanza. El acceso oportuno a la salud sigue siendo un privilegio para quienes pueden pagarla, mientras gran parte de la población se enfrenta a largas esperas para acceder a atención de especialistas, intervenciones y otros procedimientos médicos. Como tantas cosas en Chile, tenemos una salud para ricos y otra para el resto.
De esto debe hacerse cargo una reforma al sistema de salud que, abordando los problemas generados por las isapre, apunte a un seguro único de salud donde todas las personas contribuyan al financiamiento de la misma red de atención, dejando como una opción complementaria a las aseguradoras privadas.
Además, parece ser un consenso que el fortalecimiento de la red de atención primaria es un paso necesario al que debemos avanzar. Una atención oportuna, de fácil acceso y con capacidad resolutiva previene el agravamiento de los casos, disminuyendo la necesidad de atención de especialistas, cirugías, camas clínicas y procedimientos médicos en general. Un enfoque preventivo y comunitario de una red de atención primaria de salud (APS) fuerte permitirá, en el mediano plazo, mejorar la salud de la población, descomprimir el sistema y hacer que los esfuerzos por reducir las listas de espera sean más fructíferos. Para esto, es clave cambiar el enfoque de financiamiento, pasando de un financiamiento per cápita a una APS universal que cuente con recursos para llegar a toda la población.
El fortalecimiento de la salud pública debe incorporar estos pilares: fortalecimiento institucional, seguro único de salud y ampliación en cobertura de la APS, además de la implementación de tecnologías, ampliación de cobertura en salud mental e integración con el sistema nacional de cuidados. Esto significa un paso certero para mejorar la calidad de vida de las chilenas y chilenos, y es un compromiso que este gobierno ha señalado que avanzará durante los próximos meses. Desde el Congreso, esperamos que esta reforma se tramite de cara a la ciudadanía, con altura de miras y pensando en el bien de Chile y su gente.
Las lecciones aprendidas de la pandemia deben guiar nuestras acciones futuras. El gobierno de Gabriel Boric ha demostrado un compromiso significativo con la mejora del sistema de salud, y hoy se hace necesario impulsar una reforma integral que asegure el derecho a una salud digna, oportuna y justa para todas las personas en nuestro país.
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