Distanciamiento físico, proximidad social

Rocío Faúndez García
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Nos hemos familiarizado estos días con conceptos que hasta hace una quincena solo conocían los salubristas. “Aplanar la curva”, “lockdown”, “distanciamiento social”.

El distanciamiento social, hemos aprendido, es una de las medidas preventivas más eficaces para detener la velocidad del contagio del COVID-19. Pero, más que de una distancia social, hablamos de la distancia física que es necesario conservar entre nosotros a la hora de reunirnos, que puede ir desde conservar al menos un metro de espacio (que es el espacio que pueden salvar las gotas de saliva que esparcen el virus) a reducir al mínimo los desplazamientos por la ciudad.

En términos sociales, en lo que respecta a la interacción y vínculos con otros, en cambio, la crisis que vivimos no sólo permite mantener proximidad. Por un lado, prácticamente la obliga, cuando guardamos cuarentena con nuestros seres queridos. Por otro, la requiere, si queremos proteger nuestra salud mental en un contexto de alta incertidumbre y alteración de las rutinas.

Desde Todo Mejora sabemos de ambas proximidades. Por una parte, sabemos que la proximidad familiar lamentablemente puede agudizar los niveles de violencia que se viven al interior de la familia. Es así con las mujeres, con quienes viven abuso sexual, con quienes son maltratados.

Para la niñez y adolescencia LGBTIQ+, con quienes trabajamos, las casas muchas veces distan de ser espacios seguros. Por lo mismo, el llamado es a redoblar las alertas y el acceso a redes para quienes puedan verse en alguna de estas situaciones. 

El trabajo que desarrollamos en nuestro chat de ayuda la Hora Segura hace ya casi 5 años nos ha demostrado que el mundo online, si bien presenta riesgos, puede también ser un espacio vincular altamente significativo para quienes están aislados por distintos motivos, incluidos los mencionados en el párrafo anterior.

Conectarse a un chat de atención en crisis, conversar con un desconocido que se manifiesta disponible y preparado a escuchar y dialogar, puede ser decisivo para el autocuidado y para salvar la propia vida.

Por eso, algunas lecciones que nos deja la actual situación es que debemos estar atentos para cuidar de quienes pueden quedar más expuestos a la violencia (así como lo hacemos con los adultos mayores) y cultivar activa e intensamente nuestros vínculos con otros, empleando todos los medios digitales que hoy tenemos disponibles, como estrategia fundamental de autocuidado.

Distancia física, sí, pero con proximidad social.

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