Sobre la situación en mi isapre he estado pensando bastante, en consideración a que la desmaterialización del sistema es previsible en el marco de lo que la nueva Constitución ha dispuesto para la salud de la población.
Bueno, ya lo consideraba del mismo modo el programa del Presidente Boric, materia con la que hemos estado técnicamente de acuerdo. Lo que pasa es que tengo 66 años y arrastro ya algunas enfermedades crónicas y demases, producto de lo cual soy cautivo en mi propia isapre, como muchos lo serán a estas alturas del partido en las suyas propias. Estoy ahí, con toda mi carga de enfermedad a cuestas. Pero, jamás lo habría imaginado, parece que estoy a buen cobijo. La cautividad es al final un bien, porque tengo quien me cuide. Me explico.
¿Qué pasaría si las isapre desaparecen y me quedo aquí, en medio de la pista de baile buscando ahora que los seguros complementarios me protejan? Por cierto, la posibilidad de ir tras la cobertura que Fonasa ha de ofrecerme está abierta, para lo cual bastará con que me inscriba en el Cesfam más cercano a mi domicilio como cualquier ciudadano y pasar así a engrosar las filas de espera cuando sea necesario obtener una consulta de especialidad, un procedimiento o una cirugía.
Será cosa de tener un poco de paciencia, pero aquel será el problema de todos, dado que no hemos oído de propuestas que apunten a resolverlo. Mientras, ¿habrá "válvulas de escape", como la libre elección hoy día vigente? En cuanto a contratar un seguro complementario, conseguir uno será como intentar asegurar un auto chocado.
No me cuesta imaginar el conjunto de cosas que a mi edad no serán cubiertas, todas mis pre-existencias y tampoco me cuesta imaginar las tarifas que he de enfrentar ahora que mi 7% fue solidariamente capturado por el nuevo sistema. Lo más probable es que no exista compañía de seguro que quiera asegurarme.
He sido un privilegiado, que con dinero de mi bolsillo he accedido desde el año 1982 a un sistema de seguridad social sui géneris que, si bien tarifica por riesgos, ha sido posible para mí. He andado yo en patines. Patines que la mayoría de la población no ha tenido. Mientras en el sistema público esperan más de 300 días en promedio para obtener una consulta de especialidad, yo accedo a la velocidad de un rayo a la clínica privada más cercana, con o sin afán de lucro, y en menos de que cante un gallo vuelvo a casa con mi problema resuelto. En patines.
Aquí y ahora, mezquino como el que más, pienso que tal cosa ya no va a estar más disponible para mí, justo cuando empiezo a enfermar con más frecuencia y me hará más falta. Necesariamente tendré que sumarme a las huestes que golpean en las puertas levadizas que los hospitales, como en los puentes de los castillos medievales, bajan de vez en cuando para dejarnos pasar.
Pienso también en las "válvulas de escape": pienso si acaso en el futuro seguirá existiendo el sistema de garantías Explícitas (GES), esa especie de fast track donde el colectivo va en patines cuando se trata de uno de los 85 problemas de salud. Y también pienso si acaso Fonasa seguirá comprando servicios para sus beneficiarios en el sector privado, cuando las instituciones tengan afán de lucro.
Por último, más allá de mi propia miseria, me preocupa pensar que cuando el derecho a la salud, derecho fundamental que todos hemos de tener, se expresa de manera tan generosa y carente de realismo como se propone para la nueva constitución, todo ha de ser prioritario y, digámoslo también y por qué no, todo podrá ser arbitrario. El azar, sino la corrupción, le pondrá patines a algunos y otros se quedarán de a pie, porque finalmente los recursos son limitados. La buena fortuna, en este caso, sería que los que van de a pie no sean siempre y necesariamente los que carecen de recursos.
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