Al decir de El Mercurio, hoy existen en Chile 105 Geriatras, para una población de algo más de tres millones de adultos mayores, ambos datos corroborados por el suscrito antes de empezar a escribir esta columna. Para quienes “gestionamos intereses” en clínicas y hospitales - en mi caso a cargo de un hospital público - tal dato podría ser reflejo de cierta incapacidad del Estado para regular el mercado del trabajo médico, en la dirección de generar mayor oferta de especialistas.
Grave problema si se piensa que, a su vez, es al propio Estado a quien cabe resolver los problemas de la inmensa mayoría de la población, a quienes atiende directamente en hospitales de su propiedad o subsidiándoles para el uso de la modalidad de atención de libre elección de FONASA en el subsector privado.
Cada especialidad médica es un mundo diferente. El giro de cada una funciona en forma diversa y se despliegan intereses y motivaciones distintas, según la especialidad de que se trate.
Hay especialidades más escasas que otras, algunas que para funcionar requieren de inversiones, capital, y otras que no.
Responden a sensibilidades y sueños distintos, las clientelas son variadas: niños, mujeres, adultos o adultos mayores; sus desarrollos también son variados y en el acontecer se abren en cada especialidad diversos caminos de super especialización. En fin.
Para los “gestores de intereses” se hace preciso conocer todas estas variables para comprender bien el comportamiento de cada especialista y para encontrar el camino de los asuntos que podrían importarle y generar de esta forma las convergencias con la administración para la provisión de servicios.
La formación médica en Chile ha estimulado por años la especialización, al punto que el ejercicio de la medicina general o de las tareas del médico de cabecera se reduce a una etapa transitoria del quehacer médico, durante la cual los colegas acumulan pergaminos para mejorar sus opciones de especialización.
Son pocos quienes hacen de su vida laboral una que esté dedicada a la atención primaria, como se denomina en Chile a la cuestión de la medicina general.
Por cierto, se hacen estridentes declaraciones acerca de la importancia de la promoción y del fomento de la salud y de la prevención y la anticipación de la aparición de los daños, pero el “currículum oculto” nos sitúa al final del túnel con nuestros aparatos y destrezas para enfrentar la enfermedad. Esta es, en definitiva, la situación. Al menos la de nuestro país.
Visto el asunto de este modo y en la trinchera de tener que ofrecer a la población beneficiaria del subsistema público los servicios especializados que demanda, listas de espera mediante, surge el problema de la tercera edad y de allí nos vamos de vuelta a una cierta obviedad que nos obliga a pensar en la recuperación de una perspectiva sistémica sobre personas que ya han envejecido y que durante toda su vida estuvimos atendiendo de “a pedazos”, por órganos o sistemas específicos de su economía corporal: lo gástrico, lo cardiológico, lo dermatológico, lo renal, lo cerebroespinal, lo vascular, etc.
¿No será que me hace falta ver al Neurocirujano por este dolor de cabeza que me aqueja desde anteayer? pregunta doña Juanita y luego complementa, tengo una vecina a la que le encontraron un tumor. Entonces le cursamos la interconsulta y le pedimos que se haga antes una Resonancia Nuclear, para que llegue bien preparada a la consulta. Así funciona la cosa.
Esto es del sentido común de este “mercado” que no queremos “mercantilizar”, tanto del lado de los demandantes como del de los oferentes.
La Geriatría podría interpretarse como una expresión culposa de todo lo que dejamos de hacer antes. Ahora sí, esta vez le vamos a mirar integralmente señor paciente, como un todo, le cuidaremos, pero ojo que ya buena parte del daño está hecho, no pudimos evitarlo.
Entonces vamos un poco más atrás. Antes de envejecer. En la actualidad en Chile, más de la mitad de la carga de enfermedad corresponde a personas que tienen 5 patologías y más.
Ya lo corroborarán la Universidad de Washington y el ministerio de Salud en el trabajo conjunto de actualización de la carga de enfermedad que ha sido anunciado.
Esto crece con la edad, pero ocurre en la pirámide poblacional desde mucho antes de transformarnos en adultos mayores.
Entonces uno se pregunta si será razonable que las personas anden tras de un especialista y de otro para resolver sus problemas sin que exista alguien, como el Geriatra del adulto mayor, que le observe sistémicamente, como un todo, y que entienda globalmente el fenómeno de su polipatología.
La forma tradicional de proceder, basada en el recurso especialista, nos conduce finalmente a la ignorancia relativa, porque una cosa lleva a la otra, lo sabemos.
Pero ¿quién ha de conectar finalmente los fenómenos? Y aquí entonces viene a mi mente la figura del Internista, nuestro tradicional especialista en Medicina Interna, una de las cuatro especialidades básicas de la medicina, quien ha dado un salto en la profundización de los problemas médicos desde su posición original como médico general.
Este, creo, es el médico que está en posición de situarse frente a nuestro paciente moderno y resolverle todos sus problemas desde una perspectiva integral y más anticipada, conociéndole mucho mejor. Está preparado para eso. Sabe.
Es éste el que habrá de decidir cuándo y cómo derivar al paciente en busca de una respuesta al especialista, de ida y también de vuelta, pregunta y respuesta, derivación y contraderivación.
Sospecho que estaríamos más sanos y hasta podríamos ahorrar dinero.
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