Motivado por la reciente disposición de la Superintendencia de Salud acerca de pre-existencias por enfermedades congénitas, volvemos al “ruedo” que ha estado en el olvido público producto de la pandemia.
Sin embargo, cabe recordar que las Isapres estuvieron al borde de ser sacrificadas en el altar de la Plaza Italia. Las salvó la campana, en este caso el Coronavirus.
Es cierto que por alguna razón misteriosa siempre se salvan, los interesados en su sobrevivencia no son solo sus dueños, pero esta vez parecía que iban rumbo al cadalso.
No solo las salvó el Coronavirus, sino que el mismo les trajo los mejores resultados económicos de los últimos años por reducción del consumo de servicios de su clientela, que compensó en exceso el mayor gasto en licencias médicas.
Entonces, aquí estamos otra vez. Para decir lo que hemos dicho tantas veces. No es concebible ni aceptable un sistema de seguridad social para la salud que tarifica en función de los riesgos.
Ojo que por aquí vendrá el arreglo que las Isapres harán para compensar el mayor gasto que traerá consigo la eliminación de las pre-existencias congénitas, no cabe duda.
Pero lo cierto sea dicho, lo inaceptable ha sido aceptado durante 40 años, por todos los regímenes políticos que nos han gobernado.
Y lo otro que diremos es que no es concebible ni aceptable tampoco en un sistema de seguridad social, que se impongan pre-existencias, es decir falta de cobertura para situaciones existentes previas a asegurarse, origen de la “cautividad”. En seguros privados convencionales sí es concebible y aceptable, pues es parte del negocio. Pero en seguridad social no lo es. Y este es el “quid” del asunto.
Hace unos pocos meses atrás el Estallido social había hecho posible que los pequeño-burgueses resolviéramos el vergonzoso conflicto que hemos mantenido en la mesa todo este tiempo, aspirando a estar incluidos en la elite sanitaria del país, la que goza de libertad para elegir, salvo cuando empieza a estar cautiva.
Hasta The Economist señalaba que Chile requería "un enfoque más audaz" para sus reformas y recomendaba abolir las Isapres, manteniendo los seguros privados, según se leía en la edición de El Mercurio del día 13 de marzo.
Pero para los salubristas en particular, recuerdo aquí a nuestro querido profesor Ernesto Medina, un hombre de derecha, las Isapres fueron desde un comienzo una solución aberrante dentro de la seguridad social ¿Seguridad social que tarifica por riesgos y en función de pre-existencias? Incomprensible. Y ahí están, sin cambio alguno después de cuatro décadas, al punto que se han transformado en el símbolo de la inequidad en salud, expresión de la más odiosa desigualdad entre ciudadanos al momento de enfermar, desigualdad que en pleno Estallido social todos parecían querer eliminar.
Preciso es reconocer lo que han significado las Isapres en Chile para el robusto desarrollo del sector privado prestador de servicios de salud. Como las AFP lo han sido para el mercado de capitales.
Y los miembros de la clase media, los inseguros, siempre en plena arena movediza, nos hemos sentido cómodos con el “apartheid sanitario”, situados en la vereda donde calienta más el sol. Y entonces no nos ha importado mucho el asunto y tampoco nos ha importado lo que ocurre en el sistema de la gran mayoría, el de los hospitales públicos, porque no somos sus clientes.
Quisiera entender que el enlentecido trámite del proyecto de Ley de reforma a las Isapres que reside en la Comisión de Salud del Senado, última ocasión de corregir para sobrevivir que tiene el sistema, no es más que una señal de que se le vendrán encima tiempos peores. Y mejores para el conjunto de la sociedad.
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