Por un lado, ausencia de diagnóstico y, por lo tanto, de apoyos, una continua presión social por encajar y "ser normal", sentimientos de pertenencia frustrados, barreras de acceso a la salud, soledad y aislamiento. A esto se suma acoso escolar, intimidación docente, vulneración de derechos, abuso de poder, abuso sexual, abuso físico, ciberacoso, discriminación, exclusión y estigmatización. Todos estos son factores relacionados con que las personas adultas autistas tengan mayor riesgo de idear, intentar o cometer suicidio.
Dos de cada tres personas adultas autistas han pensado en suicidarse y al menos 1 de cada 6 ha pensado hacerlo durante la infancia, incluso antes de los 6 años. La mitad de los adultos autistas que no ha tenido aún un diagnóstico ni apoyos necesarios ha intentado quitarse la vida, siendo esta razón una de las principales causas de muerte prematura en las personas autistas y la segunda causa de muerte en la población adulta autista. Todas estas cifras son significativamente mayores que en las personas no autistas y afectan en mayor medida a las mujeres y, aún más, a la población trans. A pesar de la evidente gravedad de este problema en adultos autistas, su comprensión ha sido poco investigada.
Es cierto que las personas con esta condición deben enfrentar desafíos como las dificultades en la comunicación e interacción social, menor flexibilidad en la conducta y el pensamiento y mayores tasas de coocurrencias con otras condiciones o patologías de salud mental, pero las conductas de rechazo de otras personas son las que más generan sufrimiento, soledad y una sensación frecuente de no ser parte de este mundo que les corrige y excluye, a pesar de sus intentos por integrarse. Ser catalogado como "distinto" es castigado y lleva a que muchas veces sientan que ya no vale la pena vivir.
El hecho de que muchos de los motivos de intentos de suicidio tengan que ver con el rechazo nos hace a todos responsables. Sin embargo, ¿por qué estas cifras tan alarmantes no nos conmueven o no generan el impacto esperado? Probablemente, porque no lo vemos. Muchas personas autistas viven en soledad, con pocas redes de contacto y no suelen comunicar sus malestares o sufrimientos. En una sociedad en la que lo distinto suele ser cuestionado y rechazado, una parte de la comunidad autista opta por esconderse y morir.
Dicho esto, ¿qué podemos hacer al respecto? En primer lugar, si una persona adulta o algún cercano sospecha que es autista, debiera, lo más pronto posible, recibir un proceso diagnóstico formal, dado que eso abre posibilidades a la resignificación de las experiencias vividas y la construcción y aceptación de la propia identidad, pudiendo recibir apoyos ajustados a sus necesidades. Preguntar por sus necesidades y ofrecer ayuda, también puede marcar una diferencia. Por otro lado, la mayor conciencia social de lo que es el autismo y la forma como determina la comunicación y conducta de las personas, y la aceptación respetuosa de que es una forma más de vivir, como tantas otras, puede hacer mucho. Todo esto puede lograr, incluso, que una persona adulta autista que estuviera pensando en el suicidio, pueda encontrarle de nuevo sentido a su vida.
Como país tenemos un gran desafío: la Ley TEA está aprobada y promulgada, ya en etapa de preparación para su posterior implementación. En general, se pone énfasis en promover todas aquellas acciones que permitan un diagnóstico precoz e intervención temprana en la primera infancia, lo cual implica el pilar fundamental y con mayor respaldo científico para lograr una mejor calidad de vida en las personas autistas. Pero, la mayoría de las personas en el espectro autista son adultas, y muchas ya no recibieron aquello, y no pueden quedar invisibilizadas. Sus ojos estarán atentos a las medidas que se implementarán para mejorar su calidad de vida, y también a la actitud qué tomará la sociedad para favorecer que estas medidas se lleven a cabo y generen el impacto esperado.
Realizar el diagnóstico a tiempo, generar una mayor conciencia social de lo que implica el autismo, y reemplazar el rechazo a las diferencias por el respeto, la empatía y la consideración, puede salvar vidas. Que levante la mano quien se quiera unir a una sociedad más consciente.
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