Según cifras entregadas por la Sociedad Chilena de Cirugía Plástica (SCCP), sólo en 2016 las lipoabdominoplastias aumentaron en un 25% debido, principalmente, por el aumento de cirugías bariátricas realizadas en pacientes con obesidad mórbida.
Si bien este tipo de pacientes reduce considerablemente de peso en el mediano plazo, estas intervenciones tienen como consecuencia el dejar un considerable porcentaje de exceso de piel en diversas zonas del cuerpo, concentrándose principalmente en el abdomen, lo que comúnmente se conoce como “guatita de delantal”, siendo también muy común entre mujeres que han sido mamás.
Esta condición se produce por la gran distensión de los tejidos abdominales que genera el exceso de peso o por el crecimiento del útero durante el embarazo. Esta condición finalmente daña las fibras elásticas de la piel, así como la musculatura del abdomen, generando flaccidez y afectando la musculatura, lo que en algunos casos genera un pliegue en la zona del pubis resultando prácticamente imposible de eliminar a través de masajes o ejercicio.
En ambos casos, si bien la motivación para acudir al quirófano para eliminar este tejido sobrante podría considerarse como estética, para mejorar una condición del cuerpo que ha sufrido alteraciones, en la mayoría de los casos el recurrir a una cirugía no obedece en absoluto a un tema de vanidad, sino que para poder reparar una parte del cuerpo que presenta una clara deformación y que puede acarrear otro tipo de consecuencias médicas.
Esto, sin mencionar el menoscabo a la integridad física y sicológica de estas personas, que incluso se abstienen de realizar actividades que dejen en evidencia estos problemas físicos.
Así las cosas, es difícil poner un límite entre cirugía estética y cirugía reconstructiva, pues habría que analizar caso a caso y cuánto influye en cada persona. Pero lo que sí es un hecho concreto es que, en ambos casos mencionados, hay un deterioro de la calidad de vida, que merece la pena ser tomado en cuenta.
El problema es que las cirugías reparadoras no siempre son tomadas como tales y muchas veces son consideradas por las Isapres como procedimientos con fines de embellecimiento, por lo que la persona tiene dos caminos: o cancela el costo total de la cirugía o llega a instancias legales para que su prestador de salud cubra dicha intervención quirúrgica.
Si bien no todos tienen acceso a las cirugías y un gran segmento de la población debe “aprender” a vivir con su cuerpo, es necesario poner sobre la mesa estos temas, para evaluar de qué manera dar mayor cobertura a intervenciones destinadas a entregar una mejor calidad de vida al paciente.
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