Cambia el envejecimiento, ¿y los diseños laborales?

Cambia, todo cambia, por ejemplo, nuestra demografía. Chile atraviesa un viraje demográfico profundo. Según el Censo 2024, de los 18.480.432 habitantes, la edad promedio alcanza los 38,1 años. El 17,7 % de la población tiene entre 0 y 14 años, el 68,3 % está en el tramo de 15 a 64 años y el 14,0 % tiene 65 años o más. En otras palabras, Chile no solo vive más, sino que envejece rápidamente. El índice de envejecimiento -personas mayores de 65 por cada 100 menores de 15- pasó de 56,9 en 2017 a 79,0 en 2024.

Este cambio demográfico tiene implicancias profundas para el trabajo, el diseño de los puestos, las condiciones laborales y la manera en que concebimos la vida laboral a lo largo de una vida más extensa. Esto nos obliga a repensar el diseño de los puestos de trabajo, como se planteó en la "Guía de trabajo seguro y saludable para el trabajador que envejece" (Mutual de Seguridad CChC y UGM, 2022): es urgente adaptar las pautas de prevención y las buenas prácticas para fomentar la inclusión efectiva y saludable de personas mayores de 50 años en entornos laborales.

Este tema fue parte de la discusión en el reciente Congreso Nacional de la Sociedad Chilena de Ergonomía desarrollado esta semana en la Universidad de Chile, de las que extraigo tres cambios claves a considerar:

En primer lugar, con una población en crecimiento y mayor esperanza de vida, sumado a sistemas de pensiones que no siempre garantizan una jubilación plena, veremos una mayor representación de la participación laboral de personas mayores en el país, aunque esto se está conformando de formas más heterogéneas: media jornada, regímenes mixtos, trabajo independiente, e incluso jornadas largas por necesidad o por mantener una vida activa. La estructura laboral moderna del trabajador joven y de carrera lineal trabaja y se jubila, hace y hará más ruido.

Segundo, todo se transforma; el trabajo no puede ignorar esta realidad. El envejecimiento poblacional implica también un aumento de los grupos que requieren apoyos: tanto niños y niñas como personas mayores. Esto genera mayor "tasa de dependencia" y con ello una crisis de cuidados que recae en la esfera laboral y familiar, con persistente carga sobre las mujeres. Por ejemplo, hogares con personas mayores ya representan 11,6 % del total. Cuidar es un trabajo, y los puestos de trabajo deben considerar que muchos trabajadores y trabajadoras tendrán que compartir más responsabilidades de cuidado (de padres, abuelos, nietos) y que las jornadas largas o inflexibles no solo afectan la productividad sino la salud y participación laboral.

La tercera arista es la transformación del propio diseño del puesto de trabajo. Ya no basta con alargar la vida laboral: necesitamos puestos más saludables, con pausas activas, adaptaciones ergonómicas, modalidades de trabajo que respeten la heterogeneidad generacional y funcional de los equipos. En este punto, es crucial que el diseño de los puestos de trabajo fortalezca sus herramientas y planificaciones que cubran los riesgos ergonómicos y psicosociales que afectan de manera particular a los trabajadores que envejecen.

Diseñar puestos de trabajo para vidas más largas, con cuidados reconocidos, jornadas flexibles, entornos saludables y trayectorias que respeten la diversidad generacional no es una pretensión: Cada día se transformará una necesidad. No podemos convencernos de que somos otro país, no sirve si por fuera se ve bien, pero por dentro no.

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