Debo discrepar con el discurso que ha levantado el Gobierno, a través de la ministra Tohá, sobre la seguridad ciudadana. Es una obviedad señalar que este es uno de los temas de mayor preocupación en la población y se constituye en un deber ético y jurídico del Estado abordarlo, pero debe hacerlo de un modo que exprese el sentido profundo que un tema de estas características tiene, o debiese tener, para un gobierno progresista. No podemos sumarnos a la visión de la derecha política, económica, militar y cultural sobre la manera de enfrentar y solucionar esta problemática.
Es por ello que, desde el progresismo, una política de seguridad debe estar centrada en:
1) Comprender que la inseguridad es un problema social más que criminal, por lo que la esencia de su solución está en levantar políticas sociales que den cuenta del conjunto enorme de carencias de vida que poseen chilenos y chilenas, las cuales no son solo materiales. Por lo tanto, todo acento en la represión y en potenciar las instituciones represivas va camino al fracaso. Así ha sido históricamente y así ha sucedido, por ejemplo, en la lucha contra el narcotráfico en los Estados con mayores capacidades técnicas y con mayor potencial económico.
2) Superar la inseguridad bajo el supuesto de trabajar en la construcción de la unidad política y social del pueblo. Esta es la única forma en que los pueblos se reconozcan, cooperen sobre la base de la solidaridad y superen la desconfianza y el temor, que son los fundamentos de la violencia y de la cultura del consumo. Ello a su vez implica que:
- Hay que ser plenamente consciente que el gobierno y los poderes Legislativo y Judicial siguen siendo solo mandatarios de los pueblos de Chile, quienes son los verdaderos soberanos, por lo que la activa participación del soberano en la resolución de sus problemas es un elemento central
- Se deben poner esfuerzos en abrir espacios de objetiva participación a iglesias, grupos de arte, música y folclore, clubes deportivos, centros de padres y apoderados, centros de madres, juntas de vecinos, sindicatos, etc.
- Recuperar los espacios públicos: para ello, los grupos de la sociedad civil deben empoderarse. Hay que ir a la comunidad, hay que debatir, hay que plantear nuestras miradas de la seguridad que tienen que ver con el encuentro y la solidaridad, más que con la criminalización de los jóvenes, de la pobreza, de los migrantes y la represión
3) Hacer de la educación un espacio preferente para infundir valores de solidaridad, de reconocimiento del otro, de igualdad, es decir, una educación que rompa con la competencia, con "la tiranía del mérito" y con el fetichismo del consumo. La educación y la prevención son claves para el desarrollo de un trabajo que apunte a una efectiva superación de los problemas de seguridad.
Necesitamos de una policía comprometida con esos procesos y presente para la mantención del orden y la seguridad desde la concepción que recién hemos expuesto, no solo ocupada de la represión de los jóvenes, de los pueblos indígenas, de los pobres y de las manifestaciones políticas de los grupos de izquierda (ya que los grupos de derecha tienen mano ancha para expresarse aún con violencia).
Una verdadera seguridad humana consiste en proteger de las amenazas críticas y omnipresentes la esencia vital de todas las vidas humanas, de forma que se realcen las libertades y la plena realización del ser humano. Esta seguridad humana integral supone superar: el miedo, la miseria y trabajar por el logro de la dignidad:
- Superar el miedo implica proteger a las personas de las amenazas directas a su seguridad y a su integridad física, incluyendo las diversas formas de violencia que pueden surgir de: la acción del Estado contra sus ciudadanos y ciudadanas; las acciones de unos grupos contra otros; y las acciones de personas contra otras personas
- Superar la miseria, supone la protección de las personas para que puedan satisfacer sus necesidades básicas, su sustento y los aspectos económicos, sociales y ambientales relacionados con su vida
- Trabajar por el logro de una vida con dignidad, en relación con la protección y el empoderamiento de las personas para librarse de la violencia, la discriminación y la exclusión. En este contexto, la seguridad humana va más allá de la ausencia de violencia y reconoce la existencia de otras amenazas a los seres humanos que pueden afectar su sobrevivencia (abusos físicos, violencia, persecución o muerte), sus medios de vida (desempleo, inseguridad alimentaria, amenazas a la salud), o su dignidad (violación a los derechos humanos, inequidad, exclusión, discriminación)
Es por ello que la seguridad humana integral se debe sustentar a lo menos en dos principios:
1) Su centro son las personas, desde allí se hace el análisis y, consecuentemente, se consideran las condiciones que amenazan la sobrevivencia, medios de vida y dignidad de las personas
2) Se basa en la comprensión multisectorial de las inseguridades, en consecuencia, además de la seguridad nacional, la seguridad humana implica la comprensión de una gama amplia de amenazas y de sus diferentes posibles causas relacionadas con la economía, la alimentación, la salud, el medio ambiente, la seguridad personal, comunitaria y política
Pensar la seguridad, como lo propone la ministra Tohá, solo como la represión de "los malos", no solo no soluciona el problema de fondo, sino que nos lleva a reforzar la consolidación de un Estado policial, donde se vuelve cada vez más difícil conciliar el irrestricto respeto a los derechos humanos con el control del orden público e inexorablemente terminan siendo víctimas de este quienes tienen concepciones distintas de cómo construir una nueva sociedad.
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