Hace pocos días, con motivo de la celebración del Día Internacional de las Personas con Discapacidad, la Organización de Estados Americanos (OEA), organizó en Washington D.C. una serie de actividades, entre las cuales estuvo una presentación sobre el trabajo Debra Chile, a nivel nacional e internacional, como también, el lanzamiento/bautizo del libro “Las Aventuras de Cristaldo en la Cancillería Imperial”.
Con respecto a la invitación de Debra, ello fue un reconocimiento a su compromiso permanente con las personas que padecen epidermólisis ampollar o bullosa, enfermedad genética conocida como “piel de cristal”.
La Doctora Ignacia Fuentes, investigadora de Debra, expuso sobre las causas y efectos de “la piel de cristal”, como también sobre los orígenes y la misión principal de esta Fundación: la búsqueda de mejoras en el tratamiento y cura de esta enfermedad genética, la cual es extremadamente costosa y dolorosa.
Por decisión de los organizadores, y previo acuerdo con la expositora, se prefirió no exhibir un video titulado “sueños”, el cual refleja precisamente los sueños y anhelos de algunos de los niños entrevistados, tales como una niña quiere ser bailarina, otro, carabinero, impactante. Los invito a buscarlo por la web y verlo. Cuando lo hagan, comprenderán el porqué estoy escribiendo esta columna.
Por otra parte, se lanzó/ bautizó también la novela , “Las Aventuras de Cristaldo en la Cancillería Imperial”,, cuyo autor es este columnista de ocasión.
Este libro irónico comienza con la postulación de un joven colono, mestizo y bastardo a la Academia Diplomática de un Imperio ficticio, en el año de 1774 de Nuestro Señor. Sus deseos, sin embargo, enfrentarán una velada oposición del establishment diplomático, siempre celoso de su tradición y herencia, quien no ve con simpatía la llegada de este advenedizo o igualado a un Ministerio donde las formas lo es todo.
Este libro tiene como referentes las novelas “Cándido” de Voltaire, “Sinuhe el Egipcio” de Mika Waltari y la película “El Pibe” de Charles Chaplin, entre otras obras.
Les transcribo parte de un capítulo, titulado “La afrenta de los Aseos, el cual se basa en un hecho como diría mi madre, de la vida real.
“...Al día siguiente, un exultante Cristaldo entraba por la puerta principal de la Academia Diplomática.
El riguroso frío matinal lo obligó a pasar por los aseos o baños antes de asistir a clases. A su llegada, notó que Luis Carlos y Renato sostenían una amena conversación. Estaban organizando una salida a un reconocido local donde el baile, las mujeres y las cervezas estaban garantizados. Luis Carlos, a fecto a ese sitio, lo calificaba como un excelente dato.
¿Te acuerdas, Cristaldo, cuando te dije que tenía unas amigas para ti? Este sábado las conocerás.
No puedo, tengo que estudiar.
No seas tan serio y responsable. ¿O no te gustan las mujeres? ¿No me digas que eres uno de los efebos del profesor de Mercantilismo?
Estruendosas fueron las carcajadas de Luis Carlos y Renato, a las que se sumó Cristaldo, pues era un secreto a voces que dicho docente era afeminado y que tenía un grupo de fieles adláteres. Cabe recordar que, en aquellos años, la sodomía consentida entre varones era un delito penado con cárcel.
A mí no me va a tocar, aseguró Cristaldo, pues entiendo que le gustan los efebos de tez blanca, espigados y nobles.
Mientras nuestro protagonista hablaba, sus dos amigos observaron que una de las puertas de los tres cubículos existentes en los aseos se abría con lentitud. Esto dio tiempo para que Luis Carlos y Renato salieran disparados del baño. No así Cristaldo, quien ajeno e ignorante a esa huida o fuga se lavaba sus manos con esmero y parsimonia. De pronto, a su derecha, apareció el aludido profesor de Mercantilismo, quien lo observó detenidamente como si este fuese un insecto a quien se debía eliminar. La frialdad de esos ojos provocó tal pavor y terror en nuestro amigo, que le dio «un golpe estomacal» fulminante, por lo que debió utilizar, sin reserva o escrúpulo alguno, uno de los sanitarios disponibles.
El mito urbano asegura que por error habría utilizado el mismo cubículo del que venía saliendo el profesor de marras. Este último habría vociferado, a fin de evitar que una eventual mala acústica impidiera que el mensaje no llegase a su receptor.
Don Cristaldo, en esta ciudad no hacemos diferencias entre los efebos, pues, como usted sabe, las diferencias siempre han sido odiosas. Que tenga un muy buen día.
Gracias, profesor. Igual para usted.
Y debido a ese fatídico acontecimiento, conocido como «la afrenta de los aseos», el mestizo del sur estuvo a punto de reprobar el curso de Mercantilismo. A su vez, se pasó la voz de que era homofóbico, lo cual era falso, de falsedad absoluta. Sin embargo, las cosas son lo que parecen.
Para mayor desgracia de nuestro ingenuo estudiante, el profesor de Mercantilismo junto con otros directores de Cancillería, todos miembros del establishment, juramentaron que Cristaldo pagaría su osadía. Esa afrenta o agravio debía ser reparada a cualquier precio.”
Nota de autor. Las ventas de este libro irán en beneficio de Debra, para ayudar a un grupo de niños y niñas que requieren nuestra solidaridad.
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