Derechos de las madres

No hay nada más oportuno que el día de las Madres para desplegar una serie de consignas idealizadas en torno al rol de la maternidad en Chile y en el mundo.

Los mensajes de adulación y cariño que circulan en los WhatsApp de mujeres y familiares se multiplicarán, sobre todo en tiempos de confinamiento, en que no iremos a saludar físicamente a nuestras madres y nos perderemos del tradicional almuerzo, a veces masivo y lleno de tareas domésticas, al que solíamos acostumbrar.

Aun cuando serán saludos bienvenidos y emotivos, quiero invitarlos/as a reflexionar acerca de los derechos a nivel subjetivo, a ratos invisibles o definitivamente ausentes, que podríamos comentar en la sobremesa más íntima o en la conversación telefónica de este fin de semana. ¿Cuáles son esos derechos?

En una sociedad exitista en el que para muchos simbólicamente el valor de un grupo llamado familia se juega en el ejercicio perfecto de la maternidad, vale la pena preguntarnos por las sombras y desigualdades existentes en dicho despliegue material y afectivo.

Y desde ahí, problematizar en los derechos cotidianos que deberíamos colectivamente proteger en relación al rol de madres.

Dentro de ellos mencionaría el derecho a equivocarse, a “meter la pata” y aceptar humanamente que la vida está llena de recovecos acerca de lo que puede ser positivo o no tan positivo de una acción.

El mandato de la madre perfecta no siempre conversa con la posibilidad de ser una madre feliz.

Segundo, el derecho al descanso, a tener una pausa, a “cambiar de sintonía”. Para lo que se requiere el apoyo amoroso de otros/as, los/as hijos/as mismos/as, la pareja y el entorno completo.

Y el derecho a pedir y recibir. A lo que llamamos actualmente “corresponsabilidad”, entendida como el derecho a compartir la responsabilidad de la crianza y el cuidado de los/as hijos/as.

En el caso de la maternidad, es la búsqueda de la corresponsabilidad con la paternidad. Pero también en un nivel más macro, demanda un rol protector y sensibilizador del derecho a la corresponsabilidad desde el Estado y el mercado.

Lo que nos lleva a la idea de que la igualdad y justicia de género, no sólo debiéramos acotarla a lo público, en el plano del mercado de trabajo (por ejemplo, salarial) o en la vida social y política (paridad), sino también como idearios exigibles en el plano privado de los vínculos familiares y domésticos.

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