El 1 de agosto del año en curso entró en vigencia la coloquialmente denominada "ley Karin", en recuerdo de aquella trabajadora cuya tormentosa situación laboral propició su muerte. También en agosto, pero de 1938, la primera edición de la "La Amortajada", de la escritora chilena María Luisa Bombal, salía a la luz en la ciudad de Buenos Aires.
En dicha novela su autora expone una de las preguntas más inquietantes que un ser humano puede hacerse: "¿Era preciso morir para saber ciertas cosas?". Esta interrogante, formulada desde la muerte por la protagonista de una historia de ficción que recorre los senderos de su vida desde la inmutable perspectiva del ataúd, ahora sacude a parte de la sociedad chilena, tal como en su momento lo hicieron los trágicos acontecimientos que motivaron la "ley Karin".
En efecto, dicha obra literaria que fue catalogada dentro de la vanguardia sicológica y feminista latinoamericana, y 86 años después de su publicación invita a reflexionar sobre cierta tendencia en Chile a responder reactivamente ante la tragedia, en vez de anticiparse a ella.
"¿Era preciso morir para saber ciertas cosas?", no era necesario que un joven homosexual fuera asesinado para promulgar el 2012 la "ley Zamudio". Para nada era necesario que un conductor ebrio con su vehículo matara a una guagua para anunciar el 2014 la "ley Emilia". Tampoco era necesario la brutal y mediática muerte de un perro callejero para lanzar el 2017 la "ley Cholito".
Ciertamente, hay cosas que por mucha voluntad y tecnología disponible difícilmente se podrán conocer con anticipación. Pero hay otras que se despliegan con todo su esplendor haciendo inexcusable ese escandaloso "no lo vimos venir". De hecho, las técnicas prospectivas de simulación en muchos casos cuantifican futuros riesgos para la sociedad chilena, calculando con satisfactoria precisión y exactitud la probabilidad de algunos acontecimientos y el daño asociado.
El agotamiento de la capacidad de carga de servicios sociales debido a la inmigración descontrolada, la destrucción de ecosistemas provocado por alguna invasión biológica, la caída de las telecomunicaciones producto de un ataque cibernético masivo o un sabotaje a la industria minera son algunos escenarios que deben proyectarse en Chile para reducir los efectos adversos. Y en ese afán proactivo por reducir los males, la legislación anticipada es imprescindible para que ella contribuya a evitar las muertes directas o indirectas provocadas por los fenómenos que se pretenden controlar.
Legislar desde la muerte, desde la pérdida, es un acto de remordimiento. Legislar desde la vida, desde la prevención -por el contrario- es un acto de responsabilidad.
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