Por años hemos sufrido la violencia ejercida por estos grupos sin control alguno de los clubes, que viven y mueren por su institución. Están dispuestos a cualquier hora, en cualquier momento y a cualquier distancia para responder al llamado de sus líderes en defensa o aliento de su club.
En el estallido social también se vio su presencia, no solo en Santiago sino también en regiones. Fueron parte de las masas que agredieron y saquearon, como lo hacen muchas veces cuando concluyen los partidos en las zonas aledañas. ¿Quiénes lo conforman mayoritariamente? Son los llamados NINI, que ni estudian ni trabajan. Por lo mismo están dispuestos a ir a cualquier hora y día a realizar banderazos a sus equipos o a alentarlos al estadio. Para ellos se transforma casi en el sentido de su vida, lo que los mueve y conmueve. Están muy organizados y bien comunicado por redes sociales, recibiendo instrucciones de sus líderes que siguen sin cuestionamiento alguno.
¿Cómo se financian? Bueno, muchas veces por el camino más fácil; delinquir. Ahora, más que entrar a un análisis sociológico del tema, creo que hoy es más importante buscar caminos que nos posibiliten salir de esta espiral de violencia en la que vivimos. En efecto, si no terminamos con los NINI, no parece claro que podamos superar esta situación de violencia y no conozco un trabajo serio que se esté haciendo al respecto con estos verdaderos "descartados" de la sociedad, como lo define el Papa Francisco.
En el gobierno de Piñera solo los cuantificaron: 600.000. Pero no hicieron nada. Es hora de que se desarrollen políticas claras que permitan abordar la situación de estos jóvenes y abrirles un espacio en la sociedad. Para ello no basta catastrarlos, sino conocerlos en su realidad. Es preciso trabajar con ellos para darles un sentido distinto a su vida a partir de sus intereses.
Es una labor integral de largo alcance. Es cambiar su rabia por esperanza, violencia por capacidad constructiva, odio por sentido de vida. En definitiva, es defender su dignidad y a través de ello alcanzar una real felicidad. Podemos mejorar la seguridad, pero si no enfrentamos su causa social parece muy difícil que construyamos una sociedad en paz.
"Quienes pretenden pacificar a una sociedad no deben olvidar que la inequidad y la falta de un desarrollo humano integral no permiten generar paz. En efecto, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión. Cuando la sociedad -local, nacional o mundial- abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad". Papa Francisco en Fratelii Tutti Nº235.
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