En Chanavayita, una caleta rural ubicada a 60 kilómetros de Iquique, viven cerca de 600 personas. Entre ellos Brunito (de 5 años) y su familia. Pese a los problemas de conexión a internet que hay en la caleta, él y su mamá, Marcela, participaron rigurosamente en sesiones online gratuitas de educación inicial y reforzamiento de los lazos parentales dos veces por semana, entre marzo y diciembre del año pasado.
Una vez al mes, Brunito recibió los materiales educativos y lúdicos necesarios para sus sesiones, entregados por monitoras en la puerta de su casa. Después de completar el programa de estimulación temprana de Fundación Niños Primero, él podrá proseguir sus estudios en Kínder con herramientas cognitivas y afectivas esenciales que le acompañarán durante toda la vida.
El de Brunito es sólo un ejemplo de lo que las organizaciones de la sociedad civil somos capaces de hacer, incluso en momentos tan complejos como la pandemia. Y es que, con la colaboración de muchos llegamos -literalmente- a lugares a los cuales el Estado y los privados por sí solos no pueden acceder.
Sin embargo, y tal como lo señaló hace algunos días un grupo transversal de expertos, las organizaciones de la sociedad civil (OSC) hemos avanzado más rápido de lo que lo han hecho las políticas públicas en el área. En el país hay cerca de 60 normas distintas relacionadas con las donaciones, lo que vuelve el proceso de aportar engorroso y difícil. Para lograr aportes, las OSC no sólo debemos tocar puertas -que es lo legítimo-, también debemos realizar papeleo que toma tiempo y recursos, justamente en momentos en que más los necesitamos.
Hoy, cuando lo más crudo de la pandemia nuevamente emerge como una amenaza y vuelve nuestro trabajo más esencial que nunca, es urgente abrir el debate sobre una Ley General de Donaciones. Y para ello no solo basta el compromiso del ministro Ignacio Briones, quien adelantó que en marzo presentará un proyecto en la materia.
También hace falta la responsabilidad política de autoridades y parlamentarios, para que sean capaces de distinguir lo urgente y necesario que es agilizar esta iniciativa, un verdadero "tanque de oxígeno" para varias OSC que han visto severamente disminuidos sus ingresos y aportes por efectos de la pandemia.
A la Fundación Niños Primero las donaciones le han permitido materializar un innovador y único programa educacional en Chile dirigido a niños preescolares de contextos vulnerables con evidencia científica y altos retornos a la sociedad.
Es más, en 2020, la fundación triplicó su cobertura, desde Iquique a Aysén, llegando a 1.350 familias de 23 comunas del país. Pero detrás de este crecimiento hay un grupo de personas naturales, empresas, pymes, y family offices que, en muchos casos de manera anónima, aportan el 92% del financiamiento de la fundación. En otras palabras, sin su ayuda no podríamos existir.
Sabemos que nuestros donantes ponen su corazón y billetera al servicio de nuestra causa, no hagamos que la burocracia legal vuelva aún más complejo y lento su aporte. Nuestros niños dependen de estas manos generosas, necesitamos una ley de donaciones ¡aquí y ahora!
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