Te recuerdo con tu rubia cabellera al viento conversando en los pasillos de la UCV, hablando del humanismo cristiano cuando eran los tiempos duros de la dictadura.
Apenas llegaste a la Universidad cuando nacía el movimiento estudiantil, que protestaba en el casino, que caminaba con lienzos por “un nuevo amanecer” en las calles aledañas a la universidad, que discutía en los pasillos sobre las formas de combatir al dictador, que reclamaba un lugar en la conciencia lúcida de una época atroz.
Fuiste elegido Presidente de los alumnos de la Universidad Católica, en la FEUC-V. Muchos de los que caminamos a tu lado, nos sentimos orgullosos de haber participado en las acciones que convocaste. Revistas, seminarios, talleres, marchas de protestas, solidaridad con los compañeros en lucha, asistencia a los presos, de lo que recuerdo haberte visto.
Entre todos los recuerdos, lo que guardo para nosotros con el mayor valor es habernos convocado a un trabajo voluntario con los pobladores en la localidad viñamarina de Achupallas. Era un tiempo en que para hablar del exilio con los adolescentes de la población, pasábamos antes la película ET, el extraterrestre, y conversábamos sobre lo duro que era estar lejos de casa.
Pablo Andueza fue uno de los mejores de nuestra generación. Tranquilo, mesurado y sobre todo, íntegro. Ya estudiante, una persona con principios claros que entendía la política como una actitud de servicio al país, la lucha para conquistar algo que el dictador nos había usurpado, y el diálogo constante para que todos los que quisieran fueran parte de una obra colectica.
Después de todo, Pablo fue parte de una generación fundacional y decisiva.
Cuando nadie protestaba, fue la primera en protestar en la calle.
Cuando nadie hablaba de valores, principios, racionalidad y actitud democrática, fue la primera en salir a la calle a proclamarlos.
Cuando nadie enfrentaba los esbirros del régimen, fue la primera en enfrentar a los carabineros si era preciso, para que se escucharan en el mundo nuestros gritos de libertad.
Una generación que se educó sobre los escombros de una democracia ahogada a sangre y fuego.
Una generación que combatió por años una cruel dictadura, algunos cayeron asesinados por ésta, pero que la combatió libre y a su manera.
Una generación que fue el voluntariado de la lucha, que compartió hambres, penas y sacrificios, pero que no se rindió jamás al dictador, pero que tampoco abdicó de sus deberes estudiantiles.
Una generación generosa que en el Plebiscito y las primeras elecciones llamó a votar por los mismo que la habían perdido el 73.
¡Qué generación puede tener el testimonio de lucha, de entrega, de sacrificio para combatir al dictador y después retirarse de la escena pública sin pedir a nada a cambio, ni siquiera reconocimiento, sino solo con la satisfacción del deber cumplido!
Ese es el más grande ejemplo moral que podría haberse dado para construir una nueva República. Eso representaba Pablo Andueza cuando anduvo por esta tierra, por este puerto, por estos cerros y por nuestra Universidad.
Cuando nuestras lágrimas se hayan secado, recordaremos a Pablo hasta el final de nuestros días como un joven generoso, que derrochaba su talento al servicio de una causa noble, un dirigente ejemplar que nos enseñó el valor de la unidad, un líder que nos alentó en las horas oscuras.
Pablo Andueza, amigo, “camañero”, “comparada”, como nos decíamos en aquellos tiempos, una estrella tiene tu nombre en el cielo de los socialistas que luchamos en Valparaíso en los 80. Hasta siempre querido Pablo.
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