Me miro al espejo y me sorprende: tengo casi 60 años. Nunca imaginé que esa cifra llegaría tan rápido. Y, sin embargo, aquí estoy, con una mezcla de miedos y oportunidades que me revolotean en la cabeza como mariposas inquietas.
Confieso que a veces me asusta el cuerpo: las arrugas que no se esconden, la energía que no siempre alcanza, la salud que ahora exige disciplina y cuidados. Me preocupa la soledad, el temor a volverme invisible, a que el mundo me vea como "una señora mayor" y nada más. También me inquieta la dependencia, esa idea de que algún día pueda necesitar ayuda para hacer lo que hoy hago sin pensar.
Pero al mismo tiempo, me ilusiona lo que viene. Porque si algo aprendo cada día es que llegar a los 60 no es un final, sino el comienzo de una nueva estación. Una estación en la que tengo más libertad para elegir, menos miedo a equivocarme y más ganas de disfrutar lo que realmente importa. Ya no estoy para perder el tiempo en cosas que no me hacen bien.
A propósito de que cada 1 de octubre se conmemora el Día Internacional de las Personas Mayores, quiero recordarme a mí misma -y a quienes vienen detrás- que la longevidad no es una condena, sino un logro civilizatorio. Y que nuestro desafío es hacerlo con dignidad, con propósito y con alegría.
Sueño con viajar, leer los libros que postergué, aprender algo nuevo -desde bailar tango hasta abrir una cuenta de TikTok, ¿por qué no?-. Sueño con reírme más, quererme más, rodearme de gente que me nutra y dejar atrás lo que me resta. Y también sueño con un país y un barrio que me ofrezcan oportunidades: espacios para participar, para aportar mi experiencia, para sentir que todavía cuento y que aún puedo marcar la diferencia.
He descubierto que los 60 son una especie de frontera: puedes cruzarla con nostalgia y miedo, o con esperanza y actitud. Yo elijo lo segundo. Porque la felicidad en los años que vienen no dependerá solo de mi edad, sino de mi manera de mirar la vida y del entorno que construyamos juntos: un entorno que nos abra puertas, que nos dé sentido, que nos invite a seguir soñando.
Así que sí, voy a cumplir 60. Y lo voy a celebrar. Porque la vida -toda la vida- aún me espera.
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