¿Qué es bienestar?

Los indicadores económicos, con los cuales casi de forma exclusiva, se mide el desarrollo y el bienestar de nuestra sociedad, y por ende, podrán esgrimir sus partidarios, la correspondiente satisfacción social, son insuficientes y expresan, más bien, una hegemonía política-cultural.

Sentido común, paradigma o naturalización: que nuestras ideas e intereses pasen a ser ideas  e intereses del mundo, en forma de evidencias o axiomas que no requieran mayor demostración.

Uno de estos por ejemplo, es el paradigma de la escasez. Nuestra falta de recursos está inexorablemente ligado a la escasez de los mismos, y por lo tanto, la necesaria focalización. O mantequilla o aviones señalaba el famoso manual de economía de Samuelson.

No se trata de negar lo anterior, sino más bien de poder despojarla  de su sitial de axioma que organiza lo que se denomina el “sentido” de las cosas, es decir, de revelar su carácter ideológico, a la hora de presentar lo conflictos y tomar decisiones.

¿No es acaso la desigual distribución y apropiación de recursos y capacidades lo que obliga, a veces, a las difíciles decisiones de focalización? ¿No hay acaso ya demasiada literatura, respecto a que contamos con recursos producidos suficientes para garantizar todas las necesidades básicas, si no mediara una tan desigual distribución? Paradigma de la desigualdad.

Algo similar ocurre con nuestros indicadores de bienestar social. Están todos referidos a tasas de crecimiento, cesantía, inversión. Unos y otros, de los más conservadores a los más radicales, desatan su contienda en este campo de encuadre. Como si no hubiera otros indicadores para evaluar lo que entendemos por desarrollo.

Pongo como un ejemplo entre varios posibles, algo aquí señalado en una anterior columna (“Si Chile fuera una persona”), donde las cifras de salud mental son alarmantes, pero que  no interrogan sobre la producción de subjetividad maltratada, de la mano del progreso y el desarrollo económico.

Hace pocos días, una nueva estadística al respecto. La última encuesta Chile 3D-2013, de GFK Adimark, señala que uno de cada tres chilenos se autocalifica en la categoría de estresados (34%), cifra que el año pasado era de 22%. Mientras que los que decían sentirse muy relajados bajaron de 53% a 34%. 

¿Existe relación entre ambas? ¿Es posible entender el bienestar en base a otros indicadores o es el costo inevitable a pagar?  Es de sentido común se podrá decir.

Cada uno es un fragmento ambulante de la sociedad que nos forjó. Olvidamos muy a menudo, que los efectos sociales (delincuencia, abstencionismo, individualismo, consumismo, corrupción,etc.) no son producto de la evolución, el desarrollo inexorable o de la naturaleza humana, y que aparecen como extrañas y ajenas a la voluntad, sino de condiciones materiales precisas de producción.

¿Es posible, crecer menos y tener más bienestar? ¿O menos desigualdad o mayor cuidado con nuestro entorno ecológico?

Es necesario volver a dibujar el horizonte humanista. El destino utópico pero animador de nuestras opciones. Pero si no logramos alterar el “sentido común” de lo que significa bienestar y desarrollo, probablemente seguiremos tropezando con la misma piedra.

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