Todo un éxito en términos de ruido mediático ha causado el anuncio de la próxima campaña comunicacional de carabineros de Chile. Desde la primera semana de octubre, podremos compartir un café con uniformados en cualquiera de los locales Starbucks del país.
Su objetivo, conocer las inquietudes de la ciudadanía y mejorar los niveles de confianza en la institución.
$28 mil millones (y contando) de fraude institucional, la Operación Huracán, graves denuncias de abuso de poder en manifestaciones públicas y en la Araucanía o la exigua dotación de funcionarios en sectores de alta demanda, ameritaban ir más allá de las simpáticas campañas en redes sociales bajo la premisa de “divertir para prevenir” como lo fueron “One three three, the number of the police” para un concierto de Iron Maiden.
Las beligerantes críticas a esta iniciativa no tardaron en aparecer en los medios, desde los expertos en comunicación estratégica y publicidad hasta los ya infaltables memes que se alimentan de todo lo que se pueda escarnecer.
Profusas opiniones en redes sociales y notas de prensa que, observadas con detenimiento, dan cuenta del estatus basal de la opinión pública en este país: el maniqueísmo corroe intensamente nuestra mirada social.
Las sociedades que tienden fuertemente a interpretar la realidad valorando sus acontecimientos como buenos o como malos, sin términos medios, están condenadas a la eterna mediocridad. Lo interesante aquí no es la campaña de carabineros en sí misma sino cómo la hemos juzgado (sin partir, por cierto).
El discurso que emerge masivamente ha sido bastante obvio, que esta campaña en ningún caso responde a los reales problemas que enfrenta la institución con la ciudadanía.
Cristián Leporati, publicista y profesor de la Universidad Diego Portales, representa la postura mayoritaria. “Abordar el tema con algo tan liviano, tan light, tan superfluo, tan de consumo y tan del mundo de la publicidad como es ir a sentarse a un café a conversar con ciudadanos que están ahí consumiendo algún producto, confunde lo que es consumo con un problema de fondo y es súper delicado no entenderlo”.
“Además, hay un error garrafal de marketing al no segmentar bien el público al que se quiere llegar. Lo veo como una performance para hacer un subproducto, como generar imágenes de ellos conversando con la gente”.
Por su parte, Daniel Halpern, experto en comunicación estratégica de la Universidad Católica, considera que “puede ser que yo no tenga nada en común con carabineros salvo que me ayuden en un problema, pero si voy a conversar con la persona, los dos somos papás, los dos tenemos problemas con los hijos, a los dos nos cuesta llegar a fin de mes. Eso es lo que hace la comunicación, cómo yo busco cosas en común con el otro” (La Tercera).
Presenciamos aquí la visión binaria de nuestra opinión pública, pero Halpern nos da luces sobre cuál sería el camino para trascenderla en esta y muchas otras materias. La clave estaría en la interacción. Y para ello, recurramos al maestro Humberto Maturana.
Un ejercicio desafiante como opinión pública sería alejarnos de los memes pacolatte ubicando esta campaña lejos del eje bueno/malo que limita nuestra comprensión sistémica de los fenómenos.
Situemos esta iniciativa como una coordinación conductual consensuada, como señala Maturana. Si lo que buscamos como sociedad es la armonía ética entre carabineros y la ciudadanía, tendríamos entonces presente que toda interacción implica un encuentro estructural entre los que interactúan, y que dicho encuentro estructural, resulta en el desencadenamiento de un cambio estructural entre los participantes de aquel encuentro.
¿Qué significa esto? Que si queremos que carabineros cambie, nosotros tenemos que estar dispuestos también a cambiar. Y que para lograr el cambio estructural de las instituciones, necesariamente debemos interactuar con ellas.
Mientras más encuentros recurrentes, más cambios estructurales seguirán al curso de éstos. Mientras más se relacione la estructura de carabineros con la ciudadanía, mayores serán las oportunidades de aprendizaje para ambas partes y así su adaptación mutua. Ya que, el aprendizaje es clave para la conducta ética que esperamos de carabineros, y éste, sólo se da en el encuentro con el otro.
Cuando hablamos de estructura no nos referimos a la jerarquía de esta institución y cuando hablamos de interacción tampoco nos referimos a un frappuccino necesariamente.
Hablamos de entrar en la cultura de los policías de Chile y en el diálogo como base de la empatía. Si carabineros extiende esta estrategia más allá del acuerdo con la franquicia internacional y se toma esto en serio fortaleciendo los verdaderos espacios de interacción con el tejido social, esta iniciativa del café dejará de gravitar en la lógica simplista del maniqueísmo útil/inútil, original/ridícula, honesta/blanqueo de imagen; será una acción más dentro de un hábito relacional.
La burla y el rechazo son las reacciones abruptas de una sociedad inmadura que no permite el desarrollo de los procesos, que impide que la información se convierta en experiencia, que no entiende que no todo es bueno o malo a priori.
Dependerá de carabineros que la mofa “un cafecito en tu camino” no sea el recuerdo final de una iniciativa que muchos proyectamos apresuradamente como vacía y falaz.
Y aunque en el logo de Starbucks figure una sirena, famosas por engañar con su canto, vale por lo pronto el beneficio de la duda mientras esperamos nuestro café. Porque, tal vez esta sirena algo honesto nos pueda cantar.
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