Vacaciones de invierno ¡qué estrés!

Para una parte importante de las familias, al menos de las grandes urbes, como lo es nuestro querido y criticado Santiago, la cercanía de las esperadas vacaciones de invierno de hijos e hijas, puede llegar a transformarse en otra fuente de estrés, ¿qué paradoja no?

Pero es real, para muchas madres y padres agendar en su ya repleta planificación semanal actividades extra con los niños (as), se vuelve otro trabajo, energía y tiempo extra que no siempre logramos regular en calma y alegría.

¿Qué hacer para combatir esta poco saludable paradoja? Vámonos a los orígenes, vacaciones es ocio y el ocio nos transporta a la palabra libertad, porque estar ocioso significa estar libre de obligaciones, de rutinas que nos controlan, libres de deberes escolares y/o laborales y también de tareas domésticas.

La libertad para que sea ocio, también tendría que acompañarse de una sensación placentera, si no preguntémosle a personas trabajólicas quienes se perturban y no resisten el “tiempo libre” y se las ingenian para recargarse hasta en las vacaciones, si es que se las toman.

En suma el sentido saludable de las vacaciones es tomarnos una pausa, disponer de tiempo libre y fecundo, para hacer lo que nos guste. Algunos pensarán en dormir muchas horas, otros en jugar interminablemente, salir e invitar cada día a un(a) amigo(a), leer y escuchar música, viajar.

Las subjetividades son tan variadas como el número de personas que forman una familia, si a esto sumamos las diversas edades y etapas del desarrollo de los hijos (as) hay que ser bastante creativos, flexibles y tenaces para dejar contentos a todos (as), ¡todo un desafío!

En este marco, resulta importante dedicar algún tiempo para conectarnos con nuestras necesidades y para reflexionar con calma y realismo ¿cómo queremos gozar este periodo de vacaciones de los niños?, que para muchos padres no significa estar ellos mismos en receso laboral, aumentando el agobio y a veces los sentimientos de culpa.

Van entonces algunas sugerencias que pueden sernos de utilidad, vamos a la esencia.

Nuestra necesidad humana de sentirnos protegidos y seguros.

Desarrollar y mantener lazos de apego seguro es una necesidad humana básica y no solo de niños(as) pequeños. En vacaciones esta necesidad no entra en receso, es importante generar espacios relacionales que afiancen estos lazos y estar disponibles para que nuestros hijos (as), independiente de su edad, puedan sentir que tienen en nosotros una base segura.

Fomentar espacios gratos, sencillos, que no implican gastos ni ir a lugares “top”, en que lo central sea la compañía, la distensión y una envoltura emocional de agrado y calma.

La importancia de ritualizar o sacramentalizar.

Qué lejos y olvidados van quedando los ritos que nos hacen sentir clara nuestra identidad personal, familiar, cultural,que reafirman nuestro sentido vital al “sobrevivir” cada vez más acelerados; los ritos existentes hoy en día son cada vez más superfluos, más farándula y menos sentido humanizante.

Los seres humanos necesitamos elaborar y simbolizar lo que vamos viviendo, a veces lo hacemos inconscientemente, por suerte la sabiduría inconsciente es difícil de frenar, pero también necesitamos estar conscientes y hacerlo acompañados. Al culminar un semestre de estudios, más allá del promedio de calificaciones que haya logrado cada niño (a), vale la pena celebrar el término, el cierre de un proceso y el inicio de las vacaciones, hacer un balance, proponernos metas realistas para el próximo periodo.

Experiencias alegres y el goce como factor protector de nuestra salud.

Los regalos e incentivos materiales o asociados al poder adquisitivo, si bien son muy esperados por muchos niños (el sistema penetra profundo) no aseguran la experiencia gozosa, tan necesaria en las relaciones interpersonales para asegurar el desarrollo y bienestar psicológico.

Pregúntese: ¿estoy pensando más en mí o en lo que deberíamos hacer juntos?Hay muchos estudios que han demostrado la correlación positiva y poderosa de pasar tiempo con los hijos jugando, entreteniéndose juntos (ojo, que no es lo mismo que estar en la misma habitación cada cual en lo suyo). Muchas veces esto ayuda más que una psicoterapia.

Realismo y serenidad, menos es más.

No comprometerse a hacer más o a dar más de lo que yo puedo, hacer un balance como madre o padres respecto de qué experiencias entretenidas podremos hacer estas vacaciones y cumplir lo acordado.

Pensar en el goce de cada hijo y no desmotivarnos si no a todos les gusta lo mismo, una familia no es un conjunto de seres indiferenciados.

Terminar las vacaciones con un rito simple, con el sentido de atesorar lo que gozamos y disponernos a retomar el trabajo en un ambiente relajado, que no se cargue el último domingo como el día final.

Vale la pena dejar las mochilas y materiales preparados el viernes o sábado y proponernos a convertir el domingo en el día más ocioso y relajado de las vacaciones, por ejemplo, hacer un desayuno especial donde que cada uno pueda colaborar; tener alguna experiencia en la naturaleza - no es necesario transportarse a un bosque austral o a San Pedro de Atacama para conectarse con ella - pese al smog y al cemento aún quedan hermosos rincones en nuestra ciudad.

¡Recuperemos el buen sentido del ocio y hagámosle espacio en nuestras vidas, no sólo en las vacaciones! Todo un desafío.

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