Chile se enfrenta nuevamente a un proceso electoral. Los discursos políticos prometen igualdad, seguridad y progreso, pero la historia nos ha enseñado que, muchas veces, las acciones no corresponden a las palabras. Esta disonancia ha generado desconfianza en la ciudadanía, llevándonos a cuestionar ¿qué influye realmente en nuestra decisión al votar?
Desde la perspectiva de la educación emocional, es evidente que nuestras elecciones no son puramente racionales. Las emociones juegan un papel crucial en la toma de decisiones políticas. La filósofa Martha Nussbaum, en su obra "Político Emotions", destaca cómo sentimientos como el miedo, la ira y la esperanza pueden moldear nuestras preferencias políticas.
Estudios recientes respaldan esta visión. Investigaciones han demostrado que emociones negativas como la ira, la ansiedad y la tristeza pueden predecir el apoyo a candidatos populistas. Por ejemplo, en Estados Unidos, se observó que regiones con altos niveles de estas emociones tendían a respaldar a Donald Trump. En Argentina, Javier Milei ha capitalizado el descontento y la frustración de los jóvenes, utilizando un lenguaje directo y emocional que resuena con sus experiencias.
Estos casos ilustran cómo los líderes políticos pueden conectar emocionalmente con el electorado, apelando a sentimientos profundos y, a veces, inconscientes. La narrativa de "nosotros contra ellos", el temor al cambio o la nostalgia por un pasado idealizado son herramientas poderosas en manos de políticos que buscan movilizar a las masas.
Como sociedad, debemos reflexionar sobre el papel de las emociones en nuestras decisiones políticas. ¿Estamos votando por convicción o por reacción emocional? ¿Elegimos al candidato que mejor representa nuestras ideas, o al que menos nos desagrada? La educación emocional nos invita a reconocer y comprender nuestras emociones, permitiéndonos tomar decisiones más conscientes y alineadas con nuestros valores.
En la ONG que dirijo hace 15 años promovemos una ciudadanía emocionalmente consciente, capaz de discernir entre la manipulación emocional y la auténtica representación de nuestras aspiraciones. Creemos que solo a través del autoconocimiento y la reflexión podremos construir una democracia más sólida y representativa.
La próxima vez que te enfrentes a una urna, pregúntate: ¿qué siento al votar por este candidato? ¿Es miedo, esperanza, ira o confianza? Reconocer estas emociones es el primer paso hacia una elección verdaderamente libre y consciente.
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