¿Y por qué yo no?

La noticia que recorrió los diarios y medios de comunicación la semana pasada, tuvo referencia al famoso perdonazo por parte del Servicio de Impuestos, a la multitienda Johnson's. Nada menos que $ 59.000 millones en deudas por multas e intereses tributarios que de un plumazo fue condonada.

Muy distinto es el panorama que ocurre con las pequeñas y medianas empresas, cuando por distintas circunstancias acumulan una deuda y por lo mismo deben recurrir a un préstamo bancario, para poder cubrir el déficit, el que ha de ser pagado rigurosamente, bajo las amenazas de penas del infierno en caso de posibles retrasos.

Consecuente con lo anterior recordamos nuestra propia experiencia, ya que si hubiéramos sido tratados de la misma manera bajo el concepto “perdonazo tributario”, en un momento de gran crisis económica, no habríamos tenido la necesidad de endeudarnos en la banca, circunstancia que nos ha significado hasta hoy y por muchos años, una gran carga monetaria mensual, para saldar nuestros compromisos.

En su oportunidad, la Fundación no trepidó en buscar los recursos necesarios -aunque nos grabó una hipoteca- con tal de no despedir a ningún funcionario. Por el contrario siendo pequeños e insignificantes, al lado de otras empresas optamos por lo que creímos adecuado, privilegiando el concepto de familia y trabajo, asumiendo los riesgos propios que nos significaba tal decisión.

Cuestiones como lo expresado, es decir favorecer a los poderosos de este mundo, versus indiferencia y despreocupación hacia los que no lo son, hacen a quienes no tienen principios y virtudes sólidas llenarse de ira, rabia y espíritu de venganza.

Venga al caso el recuerdo de la Polar, cuando varios de sus ex ejecutivos gozan en la actualidad del privilegio del arresto domiciliario – con la comodidad propia del hogar-luego de apenas unos meses en la cárcel.

Al contrario; un pobre individuo que roba una fruta en un supermercado, tiene que cumplir pena aflictiva en las condiciones repugnantes, hacinadas, y miserables que todos conocemos.

Este “favoritismo o trato preferencial”, exasperante para una gran mayoría, incomprensible para otros y motivador de delitos para los que han sido atropellados en sus derechos fundamentales y viven en la extrema marginalidad e iniquidad, podría llevar a que se pregunten: ¿por qué yo no también… si existen sinvergüenzas, y aprovechadores, como algunos de mis conciudadanos, que quedan prácticamente en la más absoluta impunidad?

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