La crisis económica, política y social que vive Chile, ha dejado múltiples enseñanzas en el desarrollo de este proceso de carácter histórico. Una de ellas, es la valoración social del Metro especialmente por lo fundamental que es en la vida cotidiana de millones de personas pertenecientes a la clase trabajadora. Esta valoración de los ciudadanos establece una obligación de reconstruir el transporte y el Metro en particular, con la mirada puesta desde lo Público.
Cuesta creer que quienes están detrás de la quema completa de 7 estaciones y la destrucción parcial de la red, que solo mantiene en funcionamiento 83 estaciones de un total de 136, levanten banderas que favorecen las condiciones de trabajo de los más pobres.
Esta destrucción afectó el principal medio de transporte de los habitantes de la zona sur y poniente de Santiago, llegando a triplicar sus tiempos de viajes, aumentando las condiciones desiguales en las que viven los santiaguinos y santiaguinas.
No solo la conmoción de los usuarios afloró luego de la catástrofe que significó la quema de las estaciones. Los trabajadores y trabajadoras de la empresa también vivieron en carne propia la inseguridad, la angustia de observar como sus puestos de trabajo se perdían entre los escombros.
Más allá de los responsables de este crimen social, nos preguntamos en qué términos y condiciones debemos reconstruir una empresa vital para la reducción de la desigualdad territorial del gran Santiago.
Lo primero que debemos reconstruir son las estaciones quemadas, particularmente las de Línea 4, 4a y 5, es urgente reponer el servicio para recuperar los tiempos de viaje de los usuarios y usuarias, además de su dignidad.
Ello requerirá de un esfuerzo de todos los actores, trabajadores/as, ejecutivos y usuarios, pero en especial este compromiso debe venir desde el Gobierno quién tiene que suministrar los más de 380 millones de dólares que cuesta la reconstrucción, ello supone asignar nuevos recursos, incluso pensar en la reasignación de aquellos que estaban provistos para las líneas 8, 9 y 10 anunciadas entusiastamente por el presidente Piñera.
A pesar de la urgencia y la celeridad que se requiere en la reconstrucción, lo más difícil de volver a edificar es la confianza, la seguridad en la relación del servicio y la comunidades locales vinculadas a los mas de 140 kilómetros de red.
Estos serán meses y años de mucho trabajo en la vinculación con los vecinos, con los adultos mayores, los estudiantes y la clase trabajadora de las 21 comunas donde se despliega Metro , ello nos obliga a darle la importancia a la operación (trenes , funcionamientos de estación, entre otras ) pero fundamentalmente reconstruir una relación permanente con nuestros usuarios, relacionándonos desde sus expectativas y sueños, se construye una oportunidad única para relevar a Metro como un espacio público que determina la posibilidad de acceder a una ciudad más equitativa.
Finalmente esta reconstrucción no puede levantarse sobre los mismos ejes del sistema actual del transporte público, basado en operadores privados de buses en superficie y con un modelo tarifario que no solo le entrega más recursos a los privados a través de la tarifa técnica, sino que les asegura las ganancias.
El Estado tiene la palabra.
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