Nuevas generaciones, nuevos cielos: lo que aprendimos en Ifatca 2025

En Abu Dhabi, donde la tradición convive con la vanguardia, se celebró este año la 64ª Conferencia Anual de la Federación Internacional de Asociaciones de Controladores de Tránsito Aéreo (Ifatca, en inglés). Más de 90 países nos reunimos para mirar hacia el futuro del control de tránsito aéreo. No se trató solo de tecnología o normativas. Se trató de personas. De cómo las organizaciones que sostenemos los cielos del mundo deben también sostener a quienes los vigilan desde tierra.

Y uno de los mensajes más potentes que emergió fue este: si queremos formar y retener a las nuevas generaciones, tenemos que entenderlas. No al revés. No se trata de moldearlas con los estándares del pasado. Se trata de que como industria aprendamos a hablar su lenguaje. A reconocer que hoy la vocación no se impone, se inspira. Que el compromiso no nace del deber jerárquico, sino del sentido y la pertenencia.

En ese contexto, el reclutamiento y la formación de nuevos controladores aéreos -tema central de esta conferencia- fueron abordados con una mirada renovadora: adaptar nuestros métodos, nuestras formas y nuestras expectativas al perfil de profesionales que se están incorporando. La Generación Z demanda flexibilidad, propósito y bienestar. Y si no somos capaces de ofrecerlo, perderemos no solo talento, sino también legitimidad.

Otra lección clave de la conferencia fue interna, pero urgente: las organizaciones que sostenemos este trabajo -como el colegio que presido- también debemos reinventarnos. Hoy, las estructuras construidas en base al voluntariado enfrentan una pérdida progresiva de energía. No porque a los jóvenes no les importe, sino porque no se sienten convocados. La gran pregunta que dejó Ifatca 2025 es ¿cómo hacemos que nuestras instituciones sigan siendo relevantes en los próximos 20 años?

El bienestar mental fue otro eje que cruzó cada debate. Y no como anécdota, sino como pilar de la seguridad operacional. El estrés prolongado, los turnos rotativos, la exposición constante al riesgo de error... son factores que inciden directamente en la calidad del servicio que prestamos y en la seguridad de miles de pasajeros. Hablar de salud mental en el control aéreo no es un lujo: es una urgencia técnica, humana y ética.

Y por supuesto, también se abordó con seriedad el compromiso ambiental. La aviación ya no puede mantenerse ajena a la crisis climática. Desde operaciones en tierra sin uso de motores hasta nuevos procedimientos de navegación que reduzcan emisiones, el control de tránsito aéreo tiene un rol crucial en la construcción de un cielo más verde. Y debemos asumirlo con convicción, no solo como exigencia regulatoria, sino como responsabilidad generacional.

Participar de esta asamblea no solo fue un privilegio. Fue una confirmación: Chile tiene mucho que decir en los foros internacionales. Compartimos nuestras gestiones para avanzar en inversiones en los sistemas ATS, la promoción de un proyecto de ley para reconocer la carga laboral de unidades de alto tráfico, y nuestra experiencia de coexistencia gremial entre el colegio y la Asociación Actach. Pero, sobre todo, reafirmamos que los desafíos son comunes, y las soluciones deben ser colectivas.

El cielo del futuro será más denso, más automatizado, más exigente. Pero también puede ser más humano, si tenemos el coraje de repensar nuestras estructuras, de cuidar a quienes lo hacen posible y de formar a los nuevos profesionales desde una lógica de colaboración, bienestar y propósito.

Desde Chile, seguiremos participando activamente de este diálogo global. Porque creemos que el control de tránsito aéreo no es solo una función técnica: es una misión de confianza. Y esa misión se construye con innovación, pero también con empatía.

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