A partir del 1 de mayo comenzó la restricción vehicular permanente en el Gran Santiago para vehículos catalíticos inscritos antes de septiembre de 2011, la que se extenderá hasta el 31 de agosto de este año.
Esto está afectando a más de 100.000 vehículos catalíticos, buscando reducir la contaminación ambiental de la capital. La pregunta que se hacen muchos capitalinos es si es razonable este tipo de medidas en el corto y largo plazo.
En primer lugar, es importante tener presente que en el corto plazo una medida como ésta, tiene un impacto importante en el nivel de congestión.
En particular, en períodos de alta congestión, como punta mañana y punta tarde, una pequeña reducción en el flujo vehicular tiene un impacto significativo en la disminución de los tiempos de viaje.
Por su parte, el impacto de esta medida en la contaminación se encuentra en etapa de estudio, pero los resultados preliminares mostrarían una baja reducción de las emisiones. Por lo tanto, esta política no sería tan efectiva en el ámbito que fue diseñada (descontaminación).
La siguiente pregunta es qué pasará en el largo plazo. Evidentemente, se acelerará la renovación del parque vehicular, haciendo cada vez menos efectiva esta normativa.
Asimismo, en la medida que esta iniciativa se hiciera más restrictiva (por ejemplo, para todos los vehículos catalíticos), los niveles de ingresos más altos podrían comenzar a adquirir dos o más vehículos, haciéndola menos efectiva.
De este modo, si queremos reducir la congestión y la contaminación de Santiago, ésta tampoco sería una forma efectiva en el largo plazo.
Dado que el foco es la descontaminación, ¿por qué la restricción no se orienta con mayor fuerza a los vehículos más contaminantes, como son los Diesel?
Como dato, los vehículos Diesel posteriores al 2011 son entre dos y tres veces más contaminantes que los catalíticos más antiguos (CEP, 2016).
¿No sería razonable centrarse en la reducción progresiva de la participación de vehículos Diesel? Según cifras del INE, entre 2007 y 2014 la proporción de éstos dentro del parque automotor prácticamente se duplicó en la Región Metropolitana.
En consecuencia, la recomendación al Gobierno sería que se enfocara en medidas que sean más efectivas a largo plazo, como el incentivo económico a la compra de vehículos híbridos y eléctricos, y la reducción progresiva de la participación de vehículos Diesel, que incidiría positivamente en la descontaminación, aunque no en la descongestión.
Otras prácticas que recomiendo son la tarificación vial en sectores céntricos, que ha sido tremendamente exitosa en ciudades como Londres, y el mejoramiento del transporte público y de infraestructura para bicicletas, lo que tendría incidencia positiva tanto en la descontaminación como en la descongestión.
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