Comunas laboratorios vivientes

Hacer de una comuna un laboratorio viviente (living lab) no es un logo municipal; es la decisión explícita de convertir plazas, veredas y barrios, con usuarios reales y consecuencias palpables, en escenarios de prueba donde se experimentan con distintas soluciones abordar los desafíos del territorio. Esta es la llamada innovación abierta o laboratorios Govtech, donde los hub de emprendimiento pueden ser los mejores traccionadores de innovaciones para testear en terreno soluciones antes de multiplicarlas.

Algunos ejemplos de cómo una comuna puede transformar su capacidad de gestión actuando como facilitadora para la innovación son Providencia, Valparaíso y La Serena; otro ejemplo es la Región del Biobío, donde la experiencia City Lab Bio Bio es una prueba de que además estas iniciativas pueden elaborarse en red entre universidades, sector público y privado, apalancado por una institución internacional de gran prestigio como es el MIT.

¿Estamos entonces en Chile en el camino adecuado para la implementación de más y nuevas tecnologías en el territorio? Lamentablemente no. Ya se puede observar que ha aparecido la "pilotitis"; un volumen muy interesante de pilotos que nunca escalaron. Y está por otra parte, la desconexión de las iniciativas con los vecinos; donde un sensor implementado en una plaza entrega datos fascinantes a los profesionales municipales, pero los vecinos no ven y no se viven cambios reales en seguridad o accesibilidad, entonces ese piloto queda en cajones como una experiencia académica, perdiéndose la confianza de los habitantes.

La innovación abierta debe ir acompañada de codiseño, indicadores de impacto claros y conocidos, así como acciones sustentadas en la estrategia de transformación del territorio. El desafío está en no sólo levantar iniciativas de innovación, sino mantenerlas luego con un presupuesto, una gobernanza y métricas que acompañen el impacto en la calidad de vida de las personas, permitiendo que subsistan más allá del cambio de administración pública.

El llamado es a aprender de las lecciones y atender las buenas prácticas internacionales para pasar de la prueba a través de un piloto a la transformación real de un barrio o comuna. Esto se logra sólo si se considera: (a) involucrar desde el diseño a la comunidad -no como sujeto de prueba sino como ente codiseñador-; (b) definir y reconocer qué va a significar "éxito", esto es, cuáles son los indicadores que reflejan el cambio en términos sociales, pudiendo ser la reducción de tiempos de desplazamiento, el mayor uso de espacios públicos por grupos vulnerables, la percepción de seguridad u otro; y (c) disponer de fórmulas de financiamiento que irán a sostener la fase post-piloto permitiendo mantener la iniciativa en el tiempo y, si es que se justificara, desarrollar una réplica en otro espacio de la comuna.

La oportunidad para Chile es clara: tenemos universidades con capacidades técnicas, reconocidas a nivel internacional, municipios dispuestos a experimentar y un ecosistema de innovación que ha comenzado a articular redes. La implementación de comunas laboratorios vivientes necesita una orientación al cambio con intervenciones que, tras probarse, se vuelvan rutina útil en la vida de la gente y que efectivamente produzcan una mejora en la calidad de vida.

La invitación es a no tener comunas vitrinas de tecnologías, sino motores de mejora urbana orientados a las personas y con proyectos sostenibles en el tiempo.

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