El frío habitar y las necesidades de transformación de las viviendas

Una de las mayores evidencias de la pobreza es el frío permanente. Muchas veces se le ha vestido con el concepto de pobreza energética o bajo objetivos de eficiencia energética o sustentabilidad. Aun siendo conceptos relevantes, tanto en términos de la capacidad de solventar el gasto que implica alcanzar condiciones de confort térmico, como de hacerlo usando menos energía (o con menos contaminantes), derivado de un mejor uso de tecnologías y ajustes constructivos, subyace un problema de fondo: la dignidad del habitar.

Desde hace 4 años, el Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (Cedeus) trabaja en el sector costero San Pedro de la Paz y las dirigentas nos pidieron rendir cuentas de los resultados, tras medir temperaturas, humedades, calidades de muros y techos, rendimientos energéticos, condiciones de luminosidad, etc. Los datos son duros, pero ratifican algo sencillo que aseveran con frecuencia ante la pregunta de si acaso sus viviendas son frías, con respuestas rotundas y unísonas: "Sí". Este frío, no obstante, se acompaña de otros problemas que ellas detectan como incluso más importantes: el poco espacio que tienen disponible para vivir y también problemas de diseño de la vivienda, como dónde está el baño y lo difícil que es moverse adentro de las casas, por ejemplo, cuando se necesita ingresar una camilla. Es decir, si bien el frío y la humedad causan enfermedades, los temas de espacio priman, por las molestias cotidianas que traen consigo y porque la falta de espacio deriva en ampliaciones autoconstruidas.

A nivel nacional, el hacinamiento alcanza al 4,8% de los hogares, según datos de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen) del año 2020, realizada en pandemia. Además, el nivel de allegamiento aumentó de 19,1% en 2017 a 21,9% en 2020. Estos datos se ven agravados cuando los sumamos a los de la pobreza energética en el país, expresión de las dificultades constructivas y económicas para tener un habitar con térmicamente confortable. Así lo asevera el informe de 2019 de la Red de Pobreza Energética (RedPE) de la Universidad de Chile, que concluyó que un total de 1.160.426 de hogares en los centros urbanos chilenos tiene un gasto excesivo en energía, de los cuales 66,2% presenta problemas de eficiencia energética y 21% pasa frío al interior de sus viviendas.

Los resultados que les mostramos (o devolvimos) a los vecinos de San Pedro de La Paz representan evidencias del problema, para que entre todos podamos comunicar mejor sobre la gravedad de la situación, pero también son para estimular la transformación de las viviendas y con ello la forma en la que experimentan sus barrios y la ciudad. Para esto el Estado de Chile dispone de subsidios, que mejoran las viviendas, y que representan oportunidades de transformación. No obstante, dados los problemas de espacio y diseño, prácticamente todas las viviendas están ampliadas, auto-gestionadamente y sin regularización, lo que complica la postulación a dichos subsidios.

Tres tareas inmensas persisten: que los vecinos se animen a postular a los subsidios disponibles para el mejoramiento de la vivienda, pese a la dificultad para cumplir los requisitos debido a las ampliaciones, sin perder la esperanza. Que las entidades gestoras acompañen estos procesos y apuesten por estos barrios. Y, finalmente, que el Estado dé esperanza, acompañamiento y oportunidades extraordinarias a personas de barrios dañados en su dignidad. Desde la ciencia podemos hace los diagnósticos científicos, apoyados por la comunidad, pero para que no quede solamente en el diagnóstico, sino que existan transformaciones, necesitamos que los vecinos se informen y movilicen, para postular y transformar sus viviendas, que los privados colaboren y que el Estado, a través de sus distintas instancias, funcione.

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