Abrir la ciencia: pequeñas escalas, grandes oportunidades

Con el cambio de hora y la llegada del otoño, la rutina vuelve con su mezcla de orden y nostalgia. Los días se acortan, la luz se repliega y todo parece recogerse hacia adentro. Todo, menos la ciencia. Porque justo cuando el año se aquieta, la ciencia se expande. Y lo hace con fuerza, desde lo más pequeño.

Hoy, la nanociencia y la nanotecnología ya no son territorios lejanos ni exclusivos de laboratorios cerrados. Son disciplinas vivas, que empiezan a formar parte de nuestra vida cotidiana. Están presentes en los protectores solares que usamos, en textiles antibacterianos, en envases inteligentes que prolongan la vida útil de los alimentos, en recubrimientos que ayudan a mantener limpias las superficies expuestas al sol, o en las pantallas táctiles de los celulares que usamos a diario. También forman parte de tecnologías médicas que mejoran diagnósticos y tratamientos. Lo nano incluso aparece en películas de ciencia ficción, en series, libros y documentales que despiertan la curiosidad del público. De forma silenciosa pero constante, la nanotecnología se ha ido integrando en productos, servicios y narrativas culturales, transformando la manera en que vivimos, consumimos y pensamos el futuro. Y, al mismo tiempo, está saliendo al encuentro de estudiantes, docentes, profesionales de la salud y comunidades en todo Chile.

Este jueves 10 de abril, por ejemplo, se realizará una nueva edición de Pronano, un taller que desde hace años capacita a profesoras y profesores de enseñanza media en nanociencia y nanotecnología. Lo hace de la mano de los Programas Explora del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, y la Red de Profesores de Química. Más que una formación técnica, Pronano es un puente: entre el conocimiento de frontera y quienes lo transforman en aprendizajes concretos en la sala de clases. Porque al formar a quienes enseñan, se siembra en miles de estudiantes a lo largo del país. Cada docente capacitado es un canal activo de conocimiento que se multiplica en el aula, expandiendo el acceso a la ciencia más avanzada incluso en contextos donde pocas veces llega. Así, lo nano no solo se aprende: se transmite, se adapta y se convierte en parte de la experiencia escolar de todo un país.

También están abiertas las puertas del Centro de Nanociencia y Nanotecnología (Cedenna) en la Universidad de Santiago de Chile. Las visitas pedagógicas ya comenzaron a recibir a comunidades escolares que buscan experimentar la ciencia en terreno, observarla de cerca y comprender cómo se construye el conocimiento en laboratorios reales. Para quienes aún no han podido recorrer el Centro, el Calendario 2025 -distribuido por todo Chile- ofrece una ventana accesible al mundo nano, colgado en la pared de una sala de clases en la ciudad o sobre el escritorio de una escuela rural. Una invitación a descubrir que la ciencia también puede ser cotidiana, cercana e inspiradora.

Pero la apertura no se detiene ahí. Ya están disponibles las inscripciones para el Primer Curso de Nanociencia y Nanotecnología para Profesionales de la Salud, una iniciativa pionera que busca tender puentes entre el conocimiento científico de frontera y las necesidades concretas del sector sanitario. En este espacio, profesionales de distintas áreas de la salud podrán explorar cómo la nanotecnología está revolucionando campos como la detección temprana de enfermedades, la administración dirigida de fármacos, la ingeniería de tejidos o el diseño de materiales biomédicos. Se trata de un esfuerzo por integrar la mirada nano en los desafíos humanos de siempre: cuidar, sanar, anticipar. Lo nano se cruza con lo humano, y desde ahí abre nuevas posibilidades para una medicina más precisa, menos invasiva y más conectada con las personas.

La ciencia también se vive en los espacios culturales. Este año, la exposición itinerante Imágenes del Nanomundo, que revela cómo se ve la materia a escalas invisibles para el ojo humano, será parte del Festival de Ciencia Puerto de Ideas Antofagasta 2025. A través de impactantes imágenes obtenidas con microscopía electrónica, la muestra invita a explorar un universo oculto en lo cotidiano. Es una experiencia que cruza la frontera entre arte y ciencia, capaz de despertar tanto la curiosidad como la sensibilidad estética. Una oportunidad para asombrarse, mirar con otros ojos y descubrir belleza en lo invisible.

Estas acciones no ocurren de forma aislada. La reciente visita de la Asociación de Micro y Nanotecnología de Chile al Centro Cedenna confirma que estas transformaciones también son colectivas. Impulsar el desarrollo científico no depende únicamente del trabajo individual en un laboratorio, sino de una red activa de colaboración entre centros de investigación, universidades, asociaciones profesionales, instituciones públicas y privadas. La ciencia se construye compartiendo saberes, conectando territorios, generando espacios de encuentro y confianza. Y cuando esa red se fortalece, no solo se acelera la innovación: también se democratiza el acceso al conocimiento, se promueve el desarrollo regional y se abren nuevas oportunidades para formar científicas y científicos del futuro. La ciencia se construye en red, con colaboración, con diálogo y con visión de futuro.

Abrir la ciencia no es una consigna vacía. Es una acción concreta que se expresa en cada puerta que se abre para visitar un laboratorio, en cada material que se comparte, en cada curso que amplía horizontes, en cada exposición que provoca preguntas, en cada conversación entre especialistas y ciudadanas y ciudadanos. Y en ese sentido, la nanociencia -paradójicamente construida desde lo más pequeño- nos recuerda que los grandes cambios también empiezan por ahí: por compartir el conocimiento, hacerlo visible, hacerlo accesible, hacerlo nuestro.

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