Actualmente, en Chile, conceptos como ciencia, tecnología, innovación, desarrollo y sustentabilidad surgen con mayor frecuencia en diversos medios de comunicación masivos, saliendo de la discusión académica o de comités de expertos y alcanzando nuevos receptores: el ciudadano en general.
Esta situación, es en gran medida producto de la percepción -y realidad en muchos casos- de que el avance tecnológico no considera el impacto social y ambiental que pudiese generar, lo que promueve conflictos socio-ambientales en las comunidades directamente involucradas, haciendo por tanto visibles los temas mencionados. Frente a ello, cabe preguntarse ¿es comprendida la ciencia y la tecnología como un bien social para beneficio de la sociedad en su conjunto? ¿es realmente la ciencia una herramienta de desarrollo para los territorios? Veamos.
Diversos estudios, a nivel nacional e internacional, realzan y reconocen el rol clave de la ciencia en el desafío de alcanzar el desarrollo de una sociedad; en esta línea, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, establecida por la ONU en 2015, establece 17 acuerdos globales, en los que UNESCO identifica a la ciencia como elemento clave para el logro de todos ellos.
Sin embargo, aún instalado y reforzado el rol de la ciencia a nivel global, existen matices respecto a la apreciación social del real impacto de la ciencia sobre el crecimiento y desarrollo de los territorios a nivel local (país, región), tal que influya positivamente en sus comunidades.
Estos matices, hacen suponer que, dada la relación directa entre inversión en ciencia y crecimiento económico de un país (OCDE), esta no sólo impacta y hace posible el crear nuevos conocimientos e innovaciones sino que, promueve y desarrolla cultura científica y tecnológica en la población, permitiendo la entrega de herramientas cognitivas, contextuales y democráticas para identificar y reconocer -por parte del ciudadano- el rol de la ciencia en la búsqueda e implementación de mejores oportunidades para las comunidades locales a las que pertenece.
Por consiguiente, no es un tema de mero interés para la comunidad científica el relativo al presupuesto nacional destinado a ciencia, ya que este no solo implica los recursos disponibles para realizar investigación científica sino que, en el largo plazo, condiciona el impulso a la formación de cultura científico tecnológica para la población en general.
En este sentido, la ciencia para el desarrollo requiere y estimula la presencia de ciudadanos libres y soberanos capaces de cuestionar la realidad.
Esta necesidad, desafía la formación de conocimiento científico en la población como acción permanente y a distintos niveles: políticas, acciones públicas-privadas y planificación de la investigación científica, su transferencia y difusión de resultados. Así, el reto para el país y sus localidades es lograr que la capacidad de reflexión y experimentación, propias del quehacer de la ciencia, se instalen en la población tal que promuevan un mayor entendimiento, valoración y apropiación social de la ciencia junto con la participación de los ciudadanos en ella.
A su vez, esta ciencia ciudadana (ver proyecto Socientize, Comisión Europea), estimula la innovación en la medida que ejercita la observación del entorno, la identificación de oportunidades y crea el contexto para la generación de ideas, lo que finalmente sofistica la economía.
En consecuencia, se esperaría que ciudadanos de diversas esferas, capaces de comprender el sentido de la ciencia, la tecnología y la innovación, sean por tanto sensibles ante la búsqueda de nuevos conocimientos y observantes activos respecto a su aplicación en contextos específicos, tal que permita materializar la incorporación de la ciencia en la planificación productiva, social y ambiental de los territorios. El alcance de estos aportes debe ser el influir en el diseño y evaluación de políticas públicas basadas en conocimiento científico con integración inter-sectorial público y privado.
De esta manera, el desarrollo inclusivo en nuestro país es posible en la medida que la inversión en ciencia y tecnología aumente para que la ciencia efectivamente constituya un bien o beneficio que trascienda a toda la sociedad, basado en la ética, rigurosidad y respeto. Desafiándonos a concebir y aplicar la ciencia, la tecnología y la innovación según principios de sustentabilidad.
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