En los últimos años el país ha experimentado un auge en torno al impulso de la innovación, el emprendimiento y la tecnología. Probablemente, la venta de Cornershop a Wallmart marcó un hito que impulsó aún más a los jóvenes del país a atreverse a emprender encontrando soluciones a problemas cotidianos e indagando en nuevos modelos de negocios que surgen gracias a la digitalización tecnológica.
Y es que el camino del emprendimiento propio, y en particular el digital, parece poco a poco mostrarse como una tendencia que irá creciendo durante los próximos años entre los jóvenes, que están dejando empleos tradicionales, arriesgando para cosechar en proyectos en los que creen.
En perspectiva, este fenómeno es atribuible al comienzo de un nuevo ciclo económico: la revolución industrial 4.0 o también llamada revolución digital.
Ésta está marcada por el desarrollo de aplicaciones web y mobile que digitalizan los trabajos y procesos de negocios que en el siglo pasado eran realizados por personas.
Así, organismos como el Banco Mundial o la CEPAL estiman que para el 2030, en América Latina, más del 40% de los empleos de bajo nivel serán reemplazados por máquinas. Un desafío no menor para los líderes políticos y empresariales de los países de la región.
En contraste, se requerirán miles de desarrolladores para crear estas soluciones: la mano de obra del siglo XXI estará sobre los teclados.
Pero este desafío también representa una oportunidad para las nuevas generaciones, que por años se habían encontrado insertas en el rojo mercado de las industrias del siglo XX.
Y claro, nacieron hacia el final de la tercera revolución industrial, es decir, llegaron a buscar un trozo de pastel que ya estaba servido hace más de cincuenta años. Los empleos que había disponibles no les atraían, pues ni las pagas eran buenas ni realizarlos era estimulante. Lo que los millennials nos estaban diciendo a gritos era que el país que les entregaban las generaciones anteriores simplemente no les bastaba.
Pensémoslo, los jóvenes chilenos nacidos alrededor de los años noventa se criaron en un país completamente distinto a las generaciones anteriores.
Por un lado nacieron en democracia y por otro vieron nacer Internet. Además, fueron los primeros nativos digitales del país, podían encontrar textos, audio y video como ninguna generación anterior lo había hecho.
Fueron los primeros en adoptar los beneficios de la explosión de las telecomunicaciones.
Fueron los primeros en enviar SMS, chatear y sacar fotos con celulares.
Estuvieron ahí cuando Wikipedia desplazó la autoridad de la Enciclopedia Británica y vieron surgir las primeras redes sociales como Youtube y Facebook. En síntesis, esta fue la primera generación expuesta a una explosión de información en múltiples formatos y de distintas fuentes.
No es de extrañar que aprendieran a gestionar información en vez de memorizarla (buscar, discriminar, sistematizar, analizar y presentar); no es de extrañar que se aburrieran en la educación escolar, y menos que cuando salieran al mercado laboral se frustraran en trabajos tediosos, poco creativos y mecanizados.
Ellos simplemente renunciaban y vivían o viajaban con lo mínimo, ganándose la antipatía de otras generaciones que los trataban de consentidos.
No cabe duda que los millennials pueden serlo por la vida que tuvieron. Si tienes que trabajar en cualquier cosa para sobrevivir tienes menos espacio para quejarte y crear. Pero eso no quiere decir que una persona con buena situación tenga que ser indiferente a sus privilegios. El mayor de los privilegios es la capacidad de equivocarse, y la única forma de equivocarse es teniendo el respaldo para hacerlo, ahí los millennials corren con ventaja. Y equivocarse permite crear, cuestión altamente valorada por la economía digital.
En este contexto se abren muchísimas oportunidades para que estos jóvenes curiosos demuestren su capacidad de transformar la sociedad actual. La transformación está pasando en gran parte por un cambio importante en los modelos de negocio.
Muestra de ésto son empresas como Uber, AirBnB, Auto, Lime, Cornershop y otros que se fundamentan en la cooperación, la comunicación y la inmediatez de prestaciones para las que no necesitas ser dueño de las cosas, simplemente tomas el scooter eléctrico, vas a tu destino, y lo dejas para que otra persona pueda usarlo.
Una interesante mezcla entre lo público y privado que corre el cerco a las discusiones ideológicas del siglo XX.
Muestra de esto son las proyecciones del Foro Económico Mundial 2015, en el cual se señala que para el año 2025, el 90% de la población estará conectada a Internet; el 10% de las personas usarán ropa conectada a Internet; un billón de sensores estarán conectados a Internet; 80% de las personas tendrán presencia digital en Internet; los gobiernos comenzarán a hacer sus censos mediante big data; se habrá desarrollado el primer teléfono móvil implantable; se habrá realizado el primer transplante de un hígado impreso en 3D; se recaudarán impuestos por medio de blockchain y habrá ciudades con más de cincuenta mil personas sin semáforos.
Así, todo pareciera indicar que el mundo se pondrá cada vez más interesante para los consentidos millenial.
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