Los resultados de la II Encuesta de Percepción Social de la Inteligencia Artificial en Chile 2024, realizada por el Centro de Comunicación de las Ciencias de la Universidad Autónoma de Chile, revelan una transformación sutil pero importante en la actitud de los chilenos hacia la inteligencia artificial (IA). Mientras en 2023 el 40% percibía esta tecnología como una amenaza, hoy esa cifra ha disminuido a 28%, lo que sugiere un creciente optimismo. Sin embargo, bajo esa aparente aceptación subyacen desafíos profundos y persistentes que Chile debe enfrentar si realmente quiere integrar la IA como motor de su desarrollo económico y social.
A pesar de que en Chile 93% de los hogares tiene acceso a internet, esto no equivale a estar preparados para aprovechar la revolución digital. Los datos de la encuesta demuestran que el uso de la IA sigue siendo rudimentario: 33% de los chilenos utiliza la IA para algo tan básico como buscar información, mientras sólo 5% la emplea para automatizar tareas, una de las aplicaciones que promete mayor productividad y eficiencia. ¿Qué está impidiendo entonces que la IA despliegue todo su potencial en la vida cotidiana de las personas y, por ende, en el crecimiento del país?
La respuesta parece simple: La alfabetización digital. El desafío de Chile ya no es meramente proporcionar acceso a la tecnología, sino dotar a sus ciudadanos de las competencias necesarias para utilizarla de manera productiva y crítica. El uso de la IA en el país se limita mayoritariamente a funciones básicas, cuando podría estar transformando industrias, automatizando procesos y, en última instancia, impulsando la economía. Sin embargo, sin una estrategia de capacitación sólida, la IA corre el riesgo de convertirse en una herramienta subutilizada y hasta desaprovechada, sobre todo por los sectores más vulnerables.
El acceso desigual a las oportunidades que ofrece la IA es también motivo de preocupación. Según los resultados de la encuesta, los grupos de mayor ingreso (ABC1) perciben la IA como una oportunidad en 60%, mientras que los sectores de menores ingresos (C3, D y E) rondan sólo el 40%. Esta diferencia refleja una brecha en la percepción que, si no se aborda mediante políticas educativas inclusivas, podría aumentar aún más la desigualdad en el acceso a los beneficios de la digitalización.
Es fundamental que Chile desarrolle un plan estratégico que no solo contemple la integración de la IA en la vida cotidiana, sino que también considere la formación de ciudadanos capaces de entenderla, utilizarla y -quizás lo más importante- cuestionarla. La educación debe comenzar desde la niñez, incorporando contenidos que no se limiten a la mera operación de dispositivos, sino que promuevan una comprensión crítica del mundo digital y sus implicancias.
Si Chile no aborda con urgencia esta deuda educativa, corre el riesgo de perpetuar un modelo económico donde la tecnología no es un catalizador de progreso, sino un agente de exclusión. Como toda herramienta poderosa, la IA amplificará las brechas si no se distribuye equitativamente el conocimiento y las capacidades para utilizarla.
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