En las últimas décadas, la agricultura chilena ha demostrado una notable capacidad de adaptación frente a los desafíos globales. Hoy, cuando el cambio climático y la presión sobre los recursos naturales amenazan la seguridad alimentaria, la ciencia y la innovación se vuelven imprescindibles. En este escenario, la edición génica emerge como una herramienta estratégica para nuestro país.
Chile ha logrado consolidarse como un actor relevante en la evaluación de productos desarrollados con edición génica, ocupando un lugar destacado a nivel internacional. Este liderazgo no es fortuito: responde tanto a nuestras condiciones agroclimáticas únicas como al trabajo sostenido de la comunidad científica y del INIA. Nuestro país se ha transformado en un espacio atractivo para la investigación agrícola global, donde confluyen empresas y centros de investigación interesados en aprovechar este entorno privilegiado.
En INIA llevamos más de dos décadas trabajando con biotecnología y, dentro de las nuevas técnicas de mejoramiento, la edición génica representa hoy una herramienta clave para avanzar en el desarrollo de variedades nacionales de distintas especies. Actualmente ya trabajamos en arroz y papa, y recientemente hemos iniciado investigaciones en trigo, priorizando aquellos cultivos que son estratégicos para la seguridad alimentaria del país.
Los resultados comienzan a materializarse: contamos con un prototipo de uva sultanina resistente al oídio, lo que abre la posibilidad de reducir el uso de fungicidas en la producción. En arroz, avanzamos hacia variedades que requieran menos agua y resistan la sequía, mientras que en papa estamos enfocados en enfrentar uno de los problemas más serios de este cultivo en Chile: su alta vulnerabilidad a virus.
Estos desarrollos son, sin duda, alentadores. Sin embargo, también debemos reconocer que el cambio climático avanza a un ritmo que supera incluso la velocidad de la innovación tecnológica. Ello nos obliga a redoblar esfuerzos para generar variedades que se adapten con mayor rapidez y eficacia a escenarios cada vez más extremos y exigentes.
La urgencia de contar con cultivos resilientes no admite demora. Por eso, desde INIA sostenemos que la transferencia tecnológica y el apoyo del Estado son fundamentales para asegurar que estas innovaciones lleguen efectivamente a los campos, ya sean de pequeños, medianos o grandes productores. La edición génica no debe quedar en los laboratorios: su verdadero valor está en contribuir al bienestar de quienes producen nuestros alimentos y de toda la ciudadanía.
En un mundo cada vez más complejo, la edición génica representa una oportunidad concreta de proteger nuestra agricultura, fortalecer nuestra soberanía alimentaria y proyectar a Chile como líder en innovación agrícola sustentable. Esa es la senda que debemos continuar impulsando, con responsabilidad, con mirada de futuro y con la convicción de que ciencia y campo deben caminar juntos.
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