Palabras como Big Data, Smart Cities, Internet de las Cosas, Inteligencia Artificial o Realidad Virtual son conceptos cada vez más cercanos a nuestras conversaciones cotidianas, sobre todo cuando la agenda pública está centrada fuertemente en materia de “seguridad pública”.
Es que la implementación de soluciones y herramientas tecnológicas, junto a la recopilación y análisis de grandes datos provenientes de las personas, son claves al momento de cimentar una buena base para el desarrollo de una ciudad realmente inteligente y segura. Sobretodo en América Latina, donde los índices de delincuencia y criminología son generalmente altos.
Según cifras de la consultora Verisk Maplecroft, Latinoamérica alberga las urbes más peligrosas del mundo, calificando a Guatemala, México, Honduras y Venezuela dentro de los cuatro países con riesgo extremo dentro del índice de criminalidad, es por esto que no debe extrañar que las prioridades a nivel gubernamental estén abordando esta temática dando prioridad a asuntos ligados a victimización y seguridad pública, exigiendo mayores y mejores respuestas, en pos de los ciudadanos.
¿Cómo es posible entonces tener una ciudad más segura? La respuesta está en desarrollar una ciudad inteligente e inclusiva.
Para lograr lo anterior, es clave el uso de tecnologías, la integración de estas y la interoperabilidad entre las instituciones ligadas a la seguridad.
En palabras simples, generar una conexión entre las personas, los datos y el correcto procesamiento de la información que permita acortar las brechas actuales entre los procesos y las comunicaciones personales, en función de la prevención y disminución de los delitos.
Si bien puede leerse como algo complejo, la verdad es que no lo es. En la actualidad, es cada vez más común encontrarse con cámaras de monitoreo en las calles, sensores de tráfico y centros de comando similares a los de las películas de acción, los cuales ayudan a impulsar el desarrollo de una ciudad interconectada. Sin embargo, esto es sólo el inicio de un sistema robusto y necesario, que integre a todos los organismos de seguridad.
Lamentablemente, la gran cantidad de información que generamos en cada segundo no es posible de analizar de manera análoga, es por eso que las ciudades inteligentes del mundo instalan sistemas eficientes de recopilación y análisis de datos, permitiendo - tanto a los agentes públicos como privados - reaccionar y tomar decisiones frente a cualquier emergencia.
Los países desarrollados que ya cuentan con ciudades inteligentes, a través de sus Centros de Control de Comando (CCC), reciben todo tipo información en tiempo real, la aprovechan en pos de disminuir sus índices de victimización y por consecuencia mejoran sus índices de seguridad.
Por ejemplo, la información recopilada por las carreteras permiten mejorar la gestión del tránsito y la seguridad vial, los sistemas de iluminación de las calles que son capaces de adaptar su intensidad en función de la cantidad de tráfico por hora y así.
Sin ir más lejos, Estados Unidos combate la delincuencia con tecnología que abarca desde monitoreo con drones de reconocimiento facial, hasta modelos virtuales de predicción a través de sistemas interconectados de inteligencia artificial y realidad virtual. De hecho, existen dispositivos de comunicación móvil que son capaces de captar todo lo que sucede alrededor de un policía, en ronda o incluso recoger evidencia visual de un sitio del suceso, garantizando así la imparcialidad en la toma de registro.
En conclusión, las herramientas que nos permiten establecer pilares fundamentales en las zonas de peligro de una ciudad, los horarios conflictivos, posibles agentes delictuales y otros, facilitando la obtención de información que permita definir estrategias, hojas de rutas, dotación de personal, entre otras variables, con el fin de generar una ciudad cada vez más segura e inteligente.
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